miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 20 Pablo


Pasé el día sentado en el sofá. Mirando por la ventana. Pensando en lo que estaría haciendo ella. Si recordaría mi nombre.
No quería que me olvidase. Dios sabe que sería de mí si lo hiciera.
La eché de menos, y más y más y estuve todo el día extrañándola. Al día siguiente la vería en el instituto, pero no sabía que iba a pasar. Era un ángel, no adivino.
Tenía que recuperarla, tenía que hacer que recordara mi nombre.
Carlos
Me desperté a la mañana siguiente, cegado por la luz que entraba por mi ventana. Di unas cuantas vueltas por mi cama y acabé boca abajo, tapándome de la luz que me cegaba, y acurruqué mi cabeza sobre la almohada.
-Carlos.- una voz que me llamaba.
-5 minutos más…-musité. Casi ni se me entendió.
-Carlos, vas a llegar tarde.
Abrí los ojos y me encontré con los enormes ojos verdes de mi hermana mayor.
Me senté en la cama y me estregué los ojos para poder ver mejor.
-Ya voy, ya voy, pesada.- le hice un gesto para que se marchara.- Me visto y bajo a desayunar.
- Está bien, recuérdame que no vuelva a despertarte, capullo. Así a lo mejor aprendes a agradecérmelo.- cerró la puerta de la habitación mientras decía algo en voz baja, pero que pude escuchar.- Niño estúpido.
Me dirigí al armario y busqué ropa que ponerme. Unos pantalones vaqueros y una camiseta que estaba recién planchada. Busqué unos calzoncillos limpios, unos calcetines y finalmente me decidí por unas bambas de nike que me calcé sin necesidad de deshacer los cordones.
Me miré en el espejo y contemplé mi reflejo. Siempre había sido presumido. Era guapo, que se le va a hacer. Aquella mañana me peiné el pelo hacia atrás y me puse gomina.
Bajé a desayunar.
Daniela
Aquella noche me la pasé en vela, pensando en ángeles y demonios, en él y Carlos. Cuando conseguía dormirme eran ya las 5 de la mañana, la misma hora en la que el ángel me visitó. Esperé un minuto más para ver si aparecía pero poco a poco se me fue apoderando el sueño.
A la mañana siguiente me desperté a las 7 me vestí deprisa con la misma ropa que el día anterior, me miré en el espejo. Llevaba unas ojeras horribles. Me metí en el baño y traté de ocultarlas con maquillaje, pero no había nadie sobre la faz de la Tierra que lo consiguiera, lo cual me conllevó a una conclusión. Tenía que ir con esas ojeras al instituto y él me vería. Pero me daba igual, estaba dispuesta a preguntarle, dispuesta a replicarle una explicación. Desayuné tan rápido como pude y me fui al instituto. Aquella mañana me llevaba mamá.
Pablo
Presentí su llegada antes, incluso, de que se bajara del coche de su madre. Ésta me saludó con la cabeza, mientras que Daniela cerraba la puerta y se dirigía a mí. Todo mi cuerpo empezó a temblar. ¿Qué le digo? ¿Qué debo hacer?
Pero antes de que pudiera responderme las preguntas, alguien se interpuso en su camino.
No sé qué le diría pero ella cedió. Antes de desaparecer por la puerta volvió su mirada hacía mí, pero aquella mirada no mostraba sentimientos. Ni amistad, ni amor, ni nada. Tan vacía como mis brazos al no poder abrazarla, tan fría como el hielo.
Caminé tras ellos, con la vista puesta en ella. Sonreía, ¿que pretendía, ponerme celoso?
La miré por última vez, ella ni se dio cuenta de que estaba allí, como si fuera invisible. Sentí un pinchazo en la espalda y apreté los dientes. Di media vuelta y caminé por el pasillo lleno de gente, pero que para mí estaba más vacío que nunca.

Capitulo 19 Daniela


Cuando desperté a la mañana siguiente supuse que todo había sido un sueño, que nada había sido real. Sus ojos mirándome de aquella manera, como nunca lo habían hecho. Su nombre sonando en eco y luego el olvido. Y su figura sentada en los pies de mi cama, con unas enormes alas replegadas. Era como si estuviera apenado o arrepentido de algo. ¿Debía estarlo? Me sentí perdida. Me levanté de la cama en un ambiente de confusión. La habitación dio un par de vueltas. No lo recordaba. No conseguía recordar cómo se llamaba.
No le di importancia y bajé a desayunar. Aquel día se me hizo eterno. No salí de casa en todo el día. Me entretuve en ordenar mi habitación, faena que me guardaba para los domingos, y luego encendí el ordenador sin saber muy bien porque lo hacía.
Cuando se iluminó la pantalla con el Windows 7 y hubo aparecido mi escritorio con una foto en la cual aparecíamos mamá, papá y yo, se me empañaron los ojos. Pensé en mi padre, en lo pequeña que era yo cuando murió, en lo mucho que le echaba de menos ahora.
Hice un clic sobre el ícono del “Google Chrome“ y apareció la página de Google. Puse el ratón sobre la barra de búsqueda y tecleé: historias de ángeles y demonios.
Me aparecieron miles de páginas sobre historias distintas que hablaban de estos seres.
Cliqué en la cuarta y leí atentamente:
ÁNGELES
 Las figuras de los ángeles emergen de un fondo mitológico múltiple.
Ordinariamente, las figuras de los ángeles cumplen una triple función: la de seres semidivinos que constituyen una especie de corte celestial; la de guardianes de los hombres, de los pueblos o de determinados seres naturales; la de mensajeros de los dioses e intermediarios entre éstos y los hombres.
Cómo reconocer a un ángel
Los ángeles se esconden entre la gente, suelen ser discretos y no muy sociales. Sus alas se cobijan en unas enormes cicatrices en su espalda y normalmente tienen la temperatura de su cuerpo superior a los 40 grados.

En caso de los ángeles de la guarda, seres inmortales, suelen guardar el alma de alguien de quien están enamorados, y tan solo pueden morir de tres maneras:
-         Si el alma que guardan muere.
-         Si la persona a la que protegen se olvida de ellos completamente.
-         Si se consumen por el fuego”
Me sorprendí, pero seguí leyendo:
“DEMONIOS
Los demonios aparecen como una nueva figura de ese abigarrado mundo intermedio entre los dioses y los hombres. El primer rasgo que caracteriza esta figura es la pluralidad de formas que reviste lo demoníaco. En un estudio sobre las figuras en que se ha representado lo diabólico­ siempre concluirá en una totalidad parcial, una suma de fragmentos que no se pueden reducir a la unidad. Deformidad, pluralidad y caos serán los caracteres de la plástica diabólica a través de las civilizaciones más alejadas en el espacio.
Como reconocer a un demonio:
Los demonios, al igual que los ángeles, son personas que pasan desapercibidas, son poco sociales y a menudo buscan problemas.”
Cuanto más leía más familiar me parecía. Él y Carlos, Carlos y él. ¿Podía ser verdad lo que leía? ¿Podía ser él un ángel? Todo encajaba. Sus cicatrices, la fiebre, su manera de ser, pero sobre todo esos ojos tan surrealistas, tan profundos, tan grises, tan suyos.
¿Y Carlos? ¿Y ese odio que se llevan entre los dos? ¿Competencia para ganarme? ¿Los celos? Ya no sabía lo que era real y lo que no. Pero mi cabeza solo podía pensar en una frase:
“Un ángel de la guarda…”

Capitulo 18 Pablo


Aquella noche dejé que descubriera mi verdadera identidad. Pero noté cierta confusión en su mirada, como si no recordara bien quién era yo. Sin embargo, no se sorprendió al contemplar mis alas, replegadas contra mi cuerpo. La miré por encima del hombro, algo disgustado. Ella me devolvió la mirada y volvió a echarse a atrás, se cubrió con las sabanas, apoyó la cabeza en la almohada, estuvo mirándome, con el ceño fruncido, durante un buen rato pero finalmente sus párpados cayeron en otro sueño.
Miré hacia la ventana, la gran luna llena iluminaba todo su cuarto. Me dirigí hacía la chica y la besé en la frente.
-Buenas noches, Daniela.-me acerqué a su oído y susurré.- no olvides quien soy, no olvides que te quiero.
Me dirigí a la ventana y me quedé unos segundos mirando como dormía, contemplándola con dulzura.
Sonreí porque a pesar de haber discutido aquella mañana, estaba allí, con el privilegio de verla dormir.
Luego me puse de cuclillas en el replano de la ventana, desplegué mis alas y despegué.
Carlos
Lo vi salir de la habitación de la chica. No me vio.
Parecía estar muy enamorado de ella y eso me ayudó a pensar en un plan. ¿Cuándo sería nuestro segundo encuentro? Estaba seguro que sería pronto, solo tenía que esperar a que todo fuese según lo planeado. El tiempo lo hará todo.
Sonreí.

Capitulo 17 Daniela


Salí de su casa antes de poder derramar más lágrimas. Una vez en el replano de la escalera me dejé caer por la pared, escondí la cabeza entre mis piernas y empecé a llorar.
Me habría encantado que me lo contara, me habría encantado poder ser su amiga. Pero no podía ser.
Pablo
Daba vueltas por la casa, sin acabar de asumir lo que había pasado. Miré a Tulán, como si me comprendiera, se acercó a mí. Yo me acuclillé y él me pidió que le acariciara, como si me estuviera dando su apoyo.
Me dirigí a mi habitación y le pegué un puñetazo al armario. Me maldije. Lo hice por ser quien soy, por tener que hacer lo que tengo que hacer, por las mierdas de misiones, por enamorarme y por rechazarle la amistad a la chica de mis sueños. Eran muchas cosas las que se me pasaban por la cabeza.
No sé qué pasaría ahora, como la protegería de Carlos, como conseguiría entrar en sus sueños, como conseguiría guardar su alma. Durante todos estos años ella había dejado las puertas de sus sueños abiertas de par en par para mí.
No quería ni pensar en cómo serían las cosas ahora.
Me tumbé en la cama, buscando de nuevo su olor en las sabanas limpias, pero ya no quedaba rastro, toda su esencia se había esfumado.
Daniela
Escuché un ruido, procedente de su casa. Me levanté del suelo, dudé entre llamarle o irme, y pensé que llamarle después de todo lo que le había dicho era algo idiota así que me fui y traté de olvidarlo. De olvidar su nombre, de olvidar su voz, su olor, sus ojos.
No podía, no podía olvidarle porque seguía en mis sueños.
Aquella noche todo estaba negro, todo estaba apagado, era la máxima oscuridad,  sus ojos me miraban, vacíos de sentimientos. Estaba lejos y no se atrevía a acercarse a mí. Di un paso hacia él y él se retrasó.
Sus labios se despegaron para decirme algo que no escuché pero que supe descifrar.
“Te quiero”
Tras esas palabras desapareció en la oscuridad y yo sentí que caía por un pozo negro que no tenía fondo. Gritando su nombre, escuchando el eco de mi propia voz. Olvidando más su nombre cada segundo.
Me desperté. Eran las 5 de la madrugada. La ventana estaba abierta y las cortinas revoloteaban al compás del aire.  A los pies de mi cama distinguí una figura. Era una figura humana con unas enormes alas replegadas contra él. Gateé por mi cama hasta llegar dónde él estaba y le vi la cara. Lo reconocí, pero no recordaba su nombre.

Capitulo 16 Pablo


-Dani, no puedo contarte mi secreto, una vez le prometí a alguien que no lo hiciera. Y sí lo hiciera…
-¿Si lo hicieras, qué?
Estaba sentado en el sofá del salón, un sofá muy cómodo, pero que en aquella situación me pareció de lo más horrible.
-Lo siento, Dani, si te lo contase tu vida correría peligro.
La miré directamente a los ojos. Ella me miraba como si fuera capaz de hipnotizarme. Entrecerró los ojos, como si estuviera creciendo en su interior un odio sobre mí.
-No me lo vas a contar, ¿verdad?
Agaché la cabeza.
-No puedo hacerlo.- entristecí. Todo se estaba poniendo difícil, para ella, para mí. Entendía que ocultando cosas no se arreglaba, pero no quería ponerla en peligro.- Dani, escúchame…- ella me interrumpió.
-No, no quiero escuchar más escusas, Pablo.- parecía disgustada.
-Eres demasiado importante para mí, no arriesgaré tu vida por la mía.
Sus ojos se empañaron, lo míos estuvieron a punto de hacerlo. Recogió sus cosas y se decidía a marcharse. La detuve cogiéndola de la mano y volviéndola hacía mí. Me miró a los ojos. Sus ojos, tan tristes, mostraban desilusión.
-Dani, sé que no es fácil, ni para ti, ni para mí, pero creo…- suspiré y tomé aire para poder decírselo.-…creo que no podemos ser amigos, yo no puedo contarte esto y tú no soportas que no te lo cuente. No quiero que me odies, solo espero que algún día entiendas…
-No entiendo nada, Pablo. Déjame.- me sacudió el brazo tratando de escapar de mi mano, pero no la dejé, la apreté con fuerza.
-No me hagas esto, Dani…- Mis ojos se humedecieron.-… Dani, por favor, no quiero perderte…
Ella volvió a sacudirse y esta vez la solté, me miró, fueron unos segundos intensos, en los que mi mirada le suplicaba a la suya que no se fuera y ella… ella lo era todo para mí. En aquel momento sentí que había llegado el final de toda una vida. Toda una vida soñando con ella, protegiéndola, luchando para que no le pasara nada. Si ella supiera la más mínima cosa de las miles que he hecho para mantenerla a salvo no estaríamos así, pero no podía, ojalá algún día pudiese, pero hoy la estaba perdiendo. Ahora estaba perdiéndola tan rápido que no me daba ni cuenta de que su mano ya no rozaba mi mano, ni de que su cuerpo ya no me quemaba porque estaba cerca, pero la sentía muy lejos. Daniela se secó las lágrimas de los ojos y dijo con decisión:
-Adios, Pablo.
La perdí.

Capitulo 15 Pablo

Ella me abrazó con fuerza. Apoyé delicadamente mi barbilla en su hombro y reconocí a Carlos de lejos, mirándome sonriendo. De pronto desapareció. Rugí.

-¿Qué pasa?
-Nada, es solo, que…
-¡Pablo!- me sobresalté.- ¿Qué te pasa, tío? Estás rarísimo.
-Ha sido un día bastante agitado.- pensé en todo lo que había pasado.- lo peor es que aún no ha terminado.
-Esta mañana al salir de tu casa me topé con Carlos. Ese tío es un capullo.
Ella soltó un “tsé” girando la cabeza, yo la agarré por los hombros.
-¿Cómo que te lo has encontrado? ¿Por qué es un capullo? ¿Te ha hecho algo?- empecé alterarme y se me notaba muchísimo.
-No, no me ha hecho nada, estoy bien.-parecía que fuese su madre.- Joder, ni mi madre me hace tantas preguntas.
-Lo siento, perdona.-Agaché la cabeza y moví el pie derecho, que se me había dormido, como gesto de arrepentimiento por preocuparme tanto por ella.
-Hey, no pasa nada, no está mal que te preocupes por mí, pero estoy bien. Sin embargo, ¡mírate tú! Das pena.
Dudé de que la excusa del gato hubiera colado, pero o ella pensaba que era cierto o pasaba del asunto. Mejor, menos preguntas.
Anduvimos por la avenida un buen rato. Hasta llegar al portal de mí casa. Hablando de lo que había pasado. Hablando del tiempo, que está muy loco.
-Pablo, respecto a lo de… nosotros…- no sabía cómo decírmelo.- no sé como decírtelo. Es que es complicado haber, me gustas mucho, sé que eres el chico de mis sueños pero encuentro que enamorarse es una palabra, que en este momento se me hace grande. Te quiero, pero como amigo, Pablo, de momento no quiero nada más.
Me llevé una gran decepción, aunque en el fondo sabía que era lo mejor, ella había hecho lo correcto, ella había hecho lo que yo debería. Me dolieron aquellas palabras. Y no la entendí.
“Le gusto mucho, sabe que soy el chico de sus sueños, pero no está enamorada de mi y solo quiere ser mi amiga” Saqué dos conclusiones de todo aquello o Daniela tenía miedo al compromiso o estaba indecisa.
“Indecisa…” pensé. “Indecisa tal vez porque prefiere a otro. Indecisa tal vez, porque le guste Carlos.” Aparté esa idea de mi mente, descartaba aquella opción, Daniela sería indecisa pero no tonta, aquel tío era un CAPULLO en mayúsculas.
-Bueno, no pasa nada, supongo que…-tardé en reconocer lo que iba a decir.-… te entiendo.
-Vaya, me alegro que lo entiendas, es que he estado pensando en muchas cosas y siento que, bueno, no hay la suficiente confianza.- Movió las manos con señal de que eso iba por algo en concreto.- Se que tienes ciertas cosas, ciertos secretos, que no quieres que yo sepa. Al menos eso me parece. Y no creo que eso sea un buen comienzo, por eso prefiero empezar como amigos. ¿Qué me dices, amigos?
“¿Que qué le digo? Me ha dejado estupefacto con su conclusión, no porque no la entendiera, al contrario, la entendía perfectamente, sino por dar en el grano con lo de los secretos.”
-Amigos.-contesté. Ella me tendió la mano, yo se la estreché. Luego me abrazó y volví a gemir.
-Está bien, vas a empezar a contarme la verdad sobre cómo te hiciste esa cicatriz.- Supuse que se refería a la de la espalda.
Rebufé. Ser ángel era tan aburrido, tan difícil y a la vez tan excitante que por un instante se me pasó por la cabeza la idea de contárselo todo. Pero pensé que si se lo contaba correría peligro, más incluso del que tenía ya ahora, después de conocerme.
-Dani, lo siento, es algo que no puedo contarte, algo que empezó hace muchos años.
-¿No confías en mí?- me preguntó poniendo ojos tristes.
-Mejor entramos en mi casa.- Le pasé el brazo por la espalda y la conduje hasta mi casa.

Capitulo 14 Pablo


Sentí crujir algún hueso de mi espalda. Intenté incorporarme.
Mis alas no habían parado el impacto, habían desaparecido antes de que cayera al suelo. Apreté los dientes de dolor y me levanté. Una de mis piernas no me respondió bien. Iba a caer de nuevo, pero me apoyé en la pared. Me observé las manos y las piernas. Las tenía cubiertas de cortes, por lo que imaginé que en mi cara seguro que también tenía alguno. Me pasé la mano por la frente y fui frotándome la cara, a la altura de mi ojo derecho sentí un pinchazo al rozarme.
Levanté la vista y tanta luz me cegó.
Divisé su figura a lo lejos, acercándose. Puse una mano sobre mi frente para hacerme sombra y poder verla mejor.
-¿Dani?
Daniela
Allí estaba él. Apoyado en la pared, frunciendo el gesto por el Sol, mirándome. Parecía cansado y llevaba los brazos, las piernas y la cara cubierta de arañazos. Tenía uno que le cruzaba el ojo, alzándose desde la ceja hasta la parte inferior de su pómulo derecho. Me fijé también que, ese mismo ojo lo llevaba ensangrentado y en su mejilla reconocí una lágrima de sangre.
-¿Pablo?
Llegué a escasos metros de donde él estaba, dejó de apoyarse en la pared y se acercó a mí cojeando.
-Hola.-sonrió, pero sus ojos no expresaban felicidad. Aquellos ojos tristes todavía expresaban más pena de lo normal.
Volví a mirarle de abajo a arriba. Me detuve en sus ojos.
-¿Qué te ha pasado?
Inclinó la cabeza y se encogió de hombros.
-Ya ves, me ha atacado un gato.-volvió a sonreír, esta vez parecía que lo hacía con más ganas.
-Me estaba preocupando por ti.- lo abracé con fuerza, con ninguna intención de soltarle, hasta que el gimió de dolor.- Desapareciste. Fui a tu casa y no estabas, no te encontraba por ningún lado. ¿Dónde te habías metido?- le pegué un puñetazo en el brazo.
-Había ido a comprar la comida de Tulán.
-¿Qué clase de persona se va a comprar la comida del perro y se deja las puertas de su casa abiertas de par en par?
El rió.
-Alguien como yo, por ejemplo.- sonrió de medio lado.- Lo siento, me había despistado, olvidé que estaba la puerta de la terraza abierta y con la corriente no se acabó de cerrar la puerta. Siento haberte preocupado.
Volví a abrazarle.
-No lo hagas más.
Y de pronto noté como se dejaba caer entre mis brazos. Como si estuviera tan débil que no pudiera ni dar un paso más.