miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 20 Pablo


Pasé el día sentado en el sofá. Mirando por la ventana. Pensando en lo que estaría haciendo ella. Si recordaría mi nombre.
No quería que me olvidase. Dios sabe que sería de mí si lo hiciera.
La eché de menos, y más y más y estuve todo el día extrañándola. Al día siguiente la vería en el instituto, pero no sabía que iba a pasar. Era un ángel, no adivino.
Tenía que recuperarla, tenía que hacer que recordara mi nombre.
Carlos
Me desperté a la mañana siguiente, cegado por la luz que entraba por mi ventana. Di unas cuantas vueltas por mi cama y acabé boca abajo, tapándome de la luz que me cegaba, y acurruqué mi cabeza sobre la almohada.
-Carlos.- una voz que me llamaba.
-5 minutos más…-musité. Casi ni se me entendió.
-Carlos, vas a llegar tarde.
Abrí los ojos y me encontré con los enormes ojos verdes de mi hermana mayor.
Me senté en la cama y me estregué los ojos para poder ver mejor.
-Ya voy, ya voy, pesada.- le hice un gesto para que se marchara.- Me visto y bajo a desayunar.
- Está bien, recuérdame que no vuelva a despertarte, capullo. Así a lo mejor aprendes a agradecérmelo.- cerró la puerta de la habitación mientras decía algo en voz baja, pero que pude escuchar.- Niño estúpido.
Me dirigí al armario y busqué ropa que ponerme. Unos pantalones vaqueros y una camiseta que estaba recién planchada. Busqué unos calzoncillos limpios, unos calcetines y finalmente me decidí por unas bambas de nike que me calcé sin necesidad de deshacer los cordones.
Me miré en el espejo y contemplé mi reflejo. Siempre había sido presumido. Era guapo, que se le va a hacer. Aquella mañana me peiné el pelo hacia atrás y me puse gomina.
Bajé a desayunar.
Daniela
Aquella noche me la pasé en vela, pensando en ángeles y demonios, en él y Carlos. Cuando conseguía dormirme eran ya las 5 de la mañana, la misma hora en la que el ángel me visitó. Esperé un minuto más para ver si aparecía pero poco a poco se me fue apoderando el sueño.
A la mañana siguiente me desperté a las 7 me vestí deprisa con la misma ropa que el día anterior, me miré en el espejo. Llevaba unas ojeras horribles. Me metí en el baño y traté de ocultarlas con maquillaje, pero no había nadie sobre la faz de la Tierra que lo consiguiera, lo cual me conllevó a una conclusión. Tenía que ir con esas ojeras al instituto y él me vería. Pero me daba igual, estaba dispuesta a preguntarle, dispuesta a replicarle una explicación. Desayuné tan rápido como pude y me fui al instituto. Aquella mañana me llevaba mamá.
Pablo
Presentí su llegada antes, incluso, de que se bajara del coche de su madre. Ésta me saludó con la cabeza, mientras que Daniela cerraba la puerta y se dirigía a mí. Todo mi cuerpo empezó a temblar. ¿Qué le digo? ¿Qué debo hacer?
Pero antes de que pudiera responderme las preguntas, alguien se interpuso en su camino.
No sé qué le diría pero ella cedió. Antes de desaparecer por la puerta volvió su mirada hacía mí, pero aquella mirada no mostraba sentimientos. Ni amistad, ni amor, ni nada. Tan vacía como mis brazos al no poder abrazarla, tan fría como el hielo.
Caminé tras ellos, con la vista puesta en ella. Sonreía, ¿que pretendía, ponerme celoso?
La miré por última vez, ella ni se dio cuenta de que estaba allí, como si fuera invisible. Sentí un pinchazo en la espalda y apreté los dientes. Di media vuelta y caminé por el pasillo lleno de gente, pero que para mí estaba más vacío que nunca.

Capitulo 19 Daniela


Cuando desperté a la mañana siguiente supuse que todo había sido un sueño, que nada había sido real. Sus ojos mirándome de aquella manera, como nunca lo habían hecho. Su nombre sonando en eco y luego el olvido. Y su figura sentada en los pies de mi cama, con unas enormes alas replegadas. Era como si estuviera apenado o arrepentido de algo. ¿Debía estarlo? Me sentí perdida. Me levanté de la cama en un ambiente de confusión. La habitación dio un par de vueltas. No lo recordaba. No conseguía recordar cómo se llamaba.
No le di importancia y bajé a desayunar. Aquel día se me hizo eterno. No salí de casa en todo el día. Me entretuve en ordenar mi habitación, faena que me guardaba para los domingos, y luego encendí el ordenador sin saber muy bien porque lo hacía.
Cuando se iluminó la pantalla con el Windows 7 y hubo aparecido mi escritorio con una foto en la cual aparecíamos mamá, papá y yo, se me empañaron los ojos. Pensé en mi padre, en lo pequeña que era yo cuando murió, en lo mucho que le echaba de menos ahora.
Hice un clic sobre el ícono del “Google Chrome“ y apareció la página de Google. Puse el ratón sobre la barra de búsqueda y tecleé: historias de ángeles y demonios.
Me aparecieron miles de páginas sobre historias distintas que hablaban de estos seres.
Cliqué en la cuarta y leí atentamente:
ÁNGELES
 Las figuras de los ángeles emergen de un fondo mitológico múltiple.
Ordinariamente, las figuras de los ángeles cumplen una triple función: la de seres semidivinos que constituyen una especie de corte celestial; la de guardianes de los hombres, de los pueblos o de determinados seres naturales; la de mensajeros de los dioses e intermediarios entre éstos y los hombres.
Cómo reconocer a un ángel
Los ángeles se esconden entre la gente, suelen ser discretos y no muy sociales. Sus alas se cobijan en unas enormes cicatrices en su espalda y normalmente tienen la temperatura de su cuerpo superior a los 40 grados.

En caso de los ángeles de la guarda, seres inmortales, suelen guardar el alma de alguien de quien están enamorados, y tan solo pueden morir de tres maneras:
-         Si el alma que guardan muere.
-         Si la persona a la que protegen se olvida de ellos completamente.
-         Si se consumen por el fuego”
Me sorprendí, pero seguí leyendo:
“DEMONIOS
Los demonios aparecen como una nueva figura de ese abigarrado mundo intermedio entre los dioses y los hombres. El primer rasgo que caracteriza esta figura es la pluralidad de formas que reviste lo demoníaco. En un estudio sobre las figuras en que se ha representado lo diabólico­ siempre concluirá en una totalidad parcial, una suma de fragmentos que no se pueden reducir a la unidad. Deformidad, pluralidad y caos serán los caracteres de la plástica diabólica a través de las civilizaciones más alejadas en el espacio.
Como reconocer a un demonio:
Los demonios, al igual que los ángeles, son personas que pasan desapercibidas, son poco sociales y a menudo buscan problemas.”
Cuanto más leía más familiar me parecía. Él y Carlos, Carlos y él. ¿Podía ser verdad lo que leía? ¿Podía ser él un ángel? Todo encajaba. Sus cicatrices, la fiebre, su manera de ser, pero sobre todo esos ojos tan surrealistas, tan profundos, tan grises, tan suyos.
¿Y Carlos? ¿Y ese odio que se llevan entre los dos? ¿Competencia para ganarme? ¿Los celos? Ya no sabía lo que era real y lo que no. Pero mi cabeza solo podía pensar en una frase:
“Un ángel de la guarda…”

Capitulo 18 Pablo


Aquella noche dejé que descubriera mi verdadera identidad. Pero noté cierta confusión en su mirada, como si no recordara bien quién era yo. Sin embargo, no se sorprendió al contemplar mis alas, replegadas contra mi cuerpo. La miré por encima del hombro, algo disgustado. Ella me devolvió la mirada y volvió a echarse a atrás, se cubrió con las sabanas, apoyó la cabeza en la almohada, estuvo mirándome, con el ceño fruncido, durante un buen rato pero finalmente sus párpados cayeron en otro sueño.
Miré hacia la ventana, la gran luna llena iluminaba todo su cuarto. Me dirigí hacía la chica y la besé en la frente.
-Buenas noches, Daniela.-me acerqué a su oído y susurré.- no olvides quien soy, no olvides que te quiero.
Me dirigí a la ventana y me quedé unos segundos mirando como dormía, contemplándola con dulzura.
Sonreí porque a pesar de haber discutido aquella mañana, estaba allí, con el privilegio de verla dormir.
Luego me puse de cuclillas en el replano de la ventana, desplegué mis alas y despegué.
Carlos
Lo vi salir de la habitación de la chica. No me vio.
Parecía estar muy enamorado de ella y eso me ayudó a pensar en un plan. ¿Cuándo sería nuestro segundo encuentro? Estaba seguro que sería pronto, solo tenía que esperar a que todo fuese según lo planeado. El tiempo lo hará todo.
Sonreí.

Capitulo 17 Daniela


Salí de su casa antes de poder derramar más lágrimas. Una vez en el replano de la escalera me dejé caer por la pared, escondí la cabeza entre mis piernas y empecé a llorar.
Me habría encantado que me lo contara, me habría encantado poder ser su amiga. Pero no podía ser.
Pablo
Daba vueltas por la casa, sin acabar de asumir lo que había pasado. Miré a Tulán, como si me comprendiera, se acercó a mí. Yo me acuclillé y él me pidió que le acariciara, como si me estuviera dando su apoyo.
Me dirigí a mi habitación y le pegué un puñetazo al armario. Me maldije. Lo hice por ser quien soy, por tener que hacer lo que tengo que hacer, por las mierdas de misiones, por enamorarme y por rechazarle la amistad a la chica de mis sueños. Eran muchas cosas las que se me pasaban por la cabeza.
No sé qué pasaría ahora, como la protegería de Carlos, como conseguiría entrar en sus sueños, como conseguiría guardar su alma. Durante todos estos años ella había dejado las puertas de sus sueños abiertas de par en par para mí.
No quería ni pensar en cómo serían las cosas ahora.
Me tumbé en la cama, buscando de nuevo su olor en las sabanas limpias, pero ya no quedaba rastro, toda su esencia se había esfumado.
Daniela
Escuché un ruido, procedente de su casa. Me levanté del suelo, dudé entre llamarle o irme, y pensé que llamarle después de todo lo que le había dicho era algo idiota así que me fui y traté de olvidarlo. De olvidar su nombre, de olvidar su voz, su olor, sus ojos.
No podía, no podía olvidarle porque seguía en mis sueños.
Aquella noche todo estaba negro, todo estaba apagado, era la máxima oscuridad,  sus ojos me miraban, vacíos de sentimientos. Estaba lejos y no se atrevía a acercarse a mí. Di un paso hacia él y él se retrasó.
Sus labios se despegaron para decirme algo que no escuché pero que supe descifrar.
“Te quiero”
Tras esas palabras desapareció en la oscuridad y yo sentí que caía por un pozo negro que no tenía fondo. Gritando su nombre, escuchando el eco de mi propia voz. Olvidando más su nombre cada segundo.
Me desperté. Eran las 5 de la madrugada. La ventana estaba abierta y las cortinas revoloteaban al compás del aire.  A los pies de mi cama distinguí una figura. Era una figura humana con unas enormes alas replegadas contra él. Gateé por mi cama hasta llegar dónde él estaba y le vi la cara. Lo reconocí, pero no recordaba su nombre.

Capitulo 16 Pablo


-Dani, no puedo contarte mi secreto, una vez le prometí a alguien que no lo hiciera. Y sí lo hiciera…
-¿Si lo hicieras, qué?
Estaba sentado en el sofá del salón, un sofá muy cómodo, pero que en aquella situación me pareció de lo más horrible.
-Lo siento, Dani, si te lo contase tu vida correría peligro.
La miré directamente a los ojos. Ella me miraba como si fuera capaz de hipnotizarme. Entrecerró los ojos, como si estuviera creciendo en su interior un odio sobre mí.
-No me lo vas a contar, ¿verdad?
Agaché la cabeza.
-No puedo hacerlo.- entristecí. Todo se estaba poniendo difícil, para ella, para mí. Entendía que ocultando cosas no se arreglaba, pero no quería ponerla en peligro.- Dani, escúchame…- ella me interrumpió.
-No, no quiero escuchar más escusas, Pablo.- parecía disgustada.
-Eres demasiado importante para mí, no arriesgaré tu vida por la mía.
Sus ojos se empañaron, lo míos estuvieron a punto de hacerlo. Recogió sus cosas y se decidía a marcharse. La detuve cogiéndola de la mano y volviéndola hacía mí. Me miró a los ojos. Sus ojos, tan tristes, mostraban desilusión.
-Dani, sé que no es fácil, ni para ti, ni para mí, pero creo…- suspiré y tomé aire para poder decírselo.-…creo que no podemos ser amigos, yo no puedo contarte esto y tú no soportas que no te lo cuente. No quiero que me odies, solo espero que algún día entiendas…
-No entiendo nada, Pablo. Déjame.- me sacudió el brazo tratando de escapar de mi mano, pero no la dejé, la apreté con fuerza.
-No me hagas esto, Dani…- Mis ojos se humedecieron.-… Dani, por favor, no quiero perderte…
Ella volvió a sacudirse y esta vez la solté, me miró, fueron unos segundos intensos, en los que mi mirada le suplicaba a la suya que no se fuera y ella… ella lo era todo para mí. En aquel momento sentí que había llegado el final de toda una vida. Toda una vida soñando con ella, protegiéndola, luchando para que no le pasara nada. Si ella supiera la más mínima cosa de las miles que he hecho para mantenerla a salvo no estaríamos así, pero no podía, ojalá algún día pudiese, pero hoy la estaba perdiendo. Ahora estaba perdiéndola tan rápido que no me daba ni cuenta de que su mano ya no rozaba mi mano, ni de que su cuerpo ya no me quemaba porque estaba cerca, pero la sentía muy lejos. Daniela se secó las lágrimas de los ojos y dijo con decisión:
-Adios, Pablo.
La perdí.

Capitulo 15 Pablo

Ella me abrazó con fuerza. Apoyé delicadamente mi barbilla en su hombro y reconocí a Carlos de lejos, mirándome sonriendo. De pronto desapareció. Rugí.

-¿Qué pasa?
-Nada, es solo, que…
-¡Pablo!- me sobresalté.- ¿Qué te pasa, tío? Estás rarísimo.
-Ha sido un día bastante agitado.- pensé en todo lo que había pasado.- lo peor es que aún no ha terminado.
-Esta mañana al salir de tu casa me topé con Carlos. Ese tío es un capullo.
Ella soltó un “tsé” girando la cabeza, yo la agarré por los hombros.
-¿Cómo que te lo has encontrado? ¿Por qué es un capullo? ¿Te ha hecho algo?- empecé alterarme y se me notaba muchísimo.
-No, no me ha hecho nada, estoy bien.-parecía que fuese su madre.- Joder, ni mi madre me hace tantas preguntas.
-Lo siento, perdona.-Agaché la cabeza y moví el pie derecho, que se me había dormido, como gesto de arrepentimiento por preocuparme tanto por ella.
-Hey, no pasa nada, no está mal que te preocupes por mí, pero estoy bien. Sin embargo, ¡mírate tú! Das pena.
Dudé de que la excusa del gato hubiera colado, pero o ella pensaba que era cierto o pasaba del asunto. Mejor, menos preguntas.
Anduvimos por la avenida un buen rato. Hasta llegar al portal de mí casa. Hablando de lo que había pasado. Hablando del tiempo, que está muy loco.
-Pablo, respecto a lo de… nosotros…- no sabía cómo decírmelo.- no sé como decírtelo. Es que es complicado haber, me gustas mucho, sé que eres el chico de mis sueños pero encuentro que enamorarse es una palabra, que en este momento se me hace grande. Te quiero, pero como amigo, Pablo, de momento no quiero nada más.
Me llevé una gran decepción, aunque en el fondo sabía que era lo mejor, ella había hecho lo correcto, ella había hecho lo que yo debería. Me dolieron aquellas palabras. Y no la entendí.
“Le gusto mucho, sabe que soy el chico de sus sueños, pero no está enamorada de mi y solo quiere ser mi amiga” Saqué dos conclusiones de todo aquello o Daniela tenía miedo al compromiso o estaba indecisa.
“Indecisa…” pensé. “Indecisa tal vez porque prefiere a otro. Indecisa tal vez, porque le guste Carlos.” Aparté esa idea de mi mente, descartaba aquella opción, Daniela sería indecisa pero no tonta, aquel tío era un CAPULLO en mayúsculas.
-Bueno, no pasa nada, supongo que…-tardé en reconocer lo que iba a decir.-… te entiendo.
-Vaya, me alegro que lo entiendas, es que he estado pensando en muchas cosas y siento que, bueno, no hay la suficiente confianza.- Movió las manos con señal de que eso iba por algo en concreto.- Se que tienes ciertas cosas, ciertos secretos, que no quieres que yo sepa. Al menos eso me parece. Y no creo que eso sea un buen comienzo, por eso prefiero empezar como amigos. ¿Qué me dices, amigos?
“¿Que qué le digo? Me ha dejado estupefacto con su conclusión, no porque no la entendiera, al contrario, la entendía perfectamente, sino por dar en el grano con lo de los secretos.”
-Amigos.-contesté. Ella me tendió la mano, yo se la estreché. Luego me abrazó y volví a gemir.
-Está bien, vas a empezar a contarme la verdad sobre cómo te hiciste esa cicatriz.- Supuse que se refería a la de la espalda.
Rebufé. Ser ángel era tan aburrido, tan difícil y a la vez tan excitante que por un instante se me pasó por la cabeza la idea de contárselo todo. Pero pensé que si se lo contaba correría peligro, más incluso del que tenía ya ahora, después de conocerme.
-Dani, lo siento, es algo que no puedo contarte, algo que empezó hace muchos años.
-¿No confías en mí?- me preguntó poniendo ojos tristes.
-Mejor entramos en mi casa.- Le pasé el brazo por la espalda y la conduje hasta mi casa.

Capitulo 14 Pablo


Sentí crujir algún hueso de mi espalda. Intenté incorporarme.
Mis alas no habían parado el impacto, habían desaparecido antes de que cayera al suelo. Apreté los dientes de dolor y me levanté. Una de mis piernas no me respondió bien. Iba a caer de nuevo, pero me apoyé en la pared. Me observé las manos y las piernas. Las tenía cubiertas de cortes, por lo que imaginé que en mi cara seguro que también tenía alguno. Me pasé la mano por la frente y fui frotándome la cara, a la altura de mi ojo derecho sentí un pinchazo al rozarme.
Levanté la vista y tanta luz me cegó.
Divisé su figura a lo lejos, acercándose. Puse una mano sobre mi frente para hacerme sombra y poder verla mejor.
-¿Dani?
Daniela
Allí estaba él. Apoyado en la pared, frunciendo el gesto por el Sol, mirándome. Parecía cansado y llevaba los brazos, las piernas y la cara cubierta de arañazos. Tenía uno que le cruzaba el ojo, alzándose desde la ceja hasta la parte inferior de su pómulo derecho. Me fijé también que, ese mismo ojo lo llevaba ensangrentado y en su mejilla reconocí una lágrima de sangre.
-¿Pablo?
Llegué a escasos metros de donde él estaba, dejó de apoyarse en la pared y se acercó a mí cojeando.
-Hola.-sonrió, pero sus ojos no expresaban felicidad. Aquellos ojos tristes todavía expresaban más pena de lo normal.
Volví a mirarle de abajo a arriba. Me detuve en sus ojos.
-¿Qué te ha pasado?
Inclinó la cabeza y se encogió de hombros.
-Ya ves, me ha atacado un gato.-volvió a sonreír, esta vez parecía que lo hacía con más ganas.
-Me estaba preocupando por ti.- lo abracé con fuerza, con ninguna intención de soltarle, hasta que el gimió de dolor.- Desapareciste. Fui a tu casa y no estabas, no te encontraba por ningún lado. ¿Dónde te habías metido?- le pegué un puñetazo en el brazo.
-Había ido a comprar la comida de Tulán.
-¿Qué clase de persona se va a comprar la comida del perro y se deja las puertas de su casa abiertas de par en par?
El rió.
-Alguien como yo, por ejemplo.- sonrió de medio lado.- Lo siento, me había despistado, olvidé que estaba la puerta de la terraza abierta y con la corriente no se acabó de cerrar la puerta. Siento haberte preocupado.
Volví a abrazarle.
-No lo hagas más.
Y de pronto noté como se dejaba caer entre mis brazos. Como si estuviera tan débil que no pudiera ni dar un paso más.

Capitulo 13 Daniela


Sentí de pronto una punzada en el pecho. La pena se estaba convirtiendo en desesperación, añoranza de no sentirlo tan cerca como en sueños. Cerré los ojos e intenté imaginármelo junto a mí, sonriendo de aquella manera y mirándome con aquellos ojos que me llevaban al infinito. Pero de nada sirvió, el chico de mis sueños no estaba allí, solo había gente que pasaba con prisas, por la lluvia, empujándome. Caí al suelo. Pero no me limité ni a levantarme. Hacia unos meses pasaba al revés, lo buscaba en mi vida y no aparecía y ahora que sabía que existía intentaba buscarlo de nuevo en sueños y por más que volviera a la realidad, el no estaba. Sollocé.
Carlos
 Pablo se levantó del suelo como si fuera una pluma, tan delicado que daba asco.
Me miró y sus alas se extendieron. Por primera vez pude ver la venganza en sus ojos, aquellos ojos que siempre habían desprendido dulzura ahora se habían vuelto más oscuros y entrecerrados. Bajó las cejas y supe que iba a seguir luchando.
Sonreí hacia un lado y dejé soltar una risita. Aún me resultaba patético. Se acercó a mí y sus labios se despegaron dispuestos a hablar.
-Voy a luchar.-me dijo. Volví a reírme.- A MUERTE.
Su rostro se volvió más rojo. Apretaba los puños y los dientes, lo cual me hizo saber que aún contenía rabia.
De pronto saltó, y lo hizo tan deprisa que no supe donde se encontraba en cada segundo.
Resplandeció el cielo y me derribó un relámpago.
Pablo
Pensaba en cada segundo todo el daño que nos había hecho, a mi familia y a mí, y a la vez que tenía ganas de luchar también me arrepentía de haberlo hecho. Sentir a Daniela tan cerca y no poder estar con ella me partía el alma.
Me sorprendí de pronto con lágrimas en los ojos. Pero no iba a echarme atrás. No iba a llorar por amor ni por nada parecido, no me lo permitiría.
Había derribado a mi enemigo, pero a este aún le quedaban fuerzas, por lo que se levantó tan rápido que me costó reconocer su movimiento.
Carlos
Sabía que no iba a ser pan comido, pero tampoco esperaba que Pablo fuera fuerte. Siempre lo vi como un blandengue. La verdad es que me sorprendí cuando supe que él era un ángel.
Dejé mis pensamientos apartados, pues Pablo preparaba un nuevo ataque. Esta vez estaba dando vueltas como una peonza, tan rápido que no pude ver su cara. De pronto dejó de girar y extendió sus alas hacía atrás con el cuerpo echado hacia delante. Puse mis brazos frente a mi cara pero de nada me sirvió, no pude parar el ataque y de nuevo caí al suelo derribado por el viento que él había logrado con sus movimientos.
Me levanté tan deprisa como pude y alcé los brazos. Miré al cielo y luego me volví hacia Pablo.


Daniela
Todavía sentada en el suelo empecé a notar que hacía frio. La temperatura había descendido al menos 5 grados desde que había salido de casa. El viento me azotó la cara con mi propio cabello. El cielo se había tornado negro y se movía con el viento. Entonces divisé un tornado en el horizonte.
Me asusté, ya no por miedo a que me pasara algo, sino a que le ocurriera algo a Pablo. Por eso, a pesar de que ya no quedaba gente en las calles, a pesar de que el viento soplaba en mi contra y que el tornado se dirigía hacia mí, decidí seguir caminando.
Pablo
Apareció un grupo de jóvenes tornados tras él, pero, que a su paso, iba arrasando con todo y se hacían más y más grandes. Vi a uno de ellos acercarse. Entonces pensé en…
-Daniela…
Me volví hacía el lugar desde donde la había visto esquivando todos los objetos que el tornado se llevaba.
La vi avanzando por la avenida, hacia el tornado, con los brazos cubriendo su cara.
-¿Qué haces ahí? Retírate, vuelve a casa.- dije como si ella pudiera escucharme. Pero continuó. Entonces intenté retirarme e ir con ella, pero Carlos me golpeó en el estómago y sentí que caía.
“Logré incorporarme y planeé. La calle estaba vacía. La veía, cada vez estaba más cerca. Cuando la hube alcanzado el tornado ya se encontraba sobre nosotros. Extendí mis alas y creé con ellas una especie de barrera para protegerla. La abracé. Y sentí el calor de su cuerpo junto al frío del mío. Ella se volvió a mí y me miró a los ojos, sonrió y mis fríos labios encontraron a los suyos.”

Carlos
Mi golpe fue a parar a su estomago, y conseguí derribarlo. Cayó por el borde de la azotea, cada vez más deprisa, a la vez que sus alas desaparecían.
Con aquel ataque di por finalizada nuestro primer encuentro.
Alcé una mano en dirección al tornado y este se desvaneció.

Capitulo 12 Pablo


Un trueno y empezó a llover. No sé porqué pero de repente me cubrió una tristeza y empecé a sentir que todo desaparecía, pero Carlos seguía frente a mí, intentando matarme con cada uno de sus ataques.
Aquella tristeza me debilitó, pero también me dio fuerzas para seguir luchando.
-¿Qué hará tu pobre Daniela cuando no estés?- preguntó expresando una pena irónica.
-Seguiré protegiéndola en sueños, aunque sea para que tú no entres en ellos, para que no tenga pesadillas.
Cada trueno era una punzada de dolor, cada destello una señal de que el final estaba cerca. Caí al suelo de rodillas y me abracé a la altura del pecho.
Pero no debía dejar que el final llegase. Debía levantarme y seguir luchando, por Daniela, por mis padres, por el mundo, por mí.
“Pase lo que pase nunca te rindas” me repetía una y otra vez aquella frase que una vez me dijo mi padre cuando, yo sentado sobre sus piernas, me sentía más pequeño y seguro. Fue entonces cuando me explicaron la misión de mi vida.
Cerré los ojos con fuerza y dejé escapar un grito de ira.
Daniela
Escuché un grito lejano. Fue un grito de desesperación, pero aquella voz… aquella voz resultaba agradable a mis sentidos. Cerré los ojos y me dejé llevar por su eco.
Empecé a correr, no sé hacia donde, sólo sabía que debía de llegar a él y descubrir que era lo que pasaba. Cuando sentí que estaba cerca empecé a gritar su nombre. Me daba igual la gente, me daba igual si pensaban que estaba loca.
Pablo
Escuché mi nombre. Su voz llamándome. Miré a Carlos, él también estaba algo sorprendido. Se asomó al borde de la azotea.
-Mira quién te llama.- señaló a la calle.
Me asomé más al borde y la vi. Gritándome con todo su potencial. Llamándome desesperadamente. Lloraba, lo sabía. Llevaba puesto un short y una blusa azul que se le pegaba al cuerpo a causa del viento. No sé cuanto rato estuve mirándola, bajo mis pies. Estaba tan cerca… que sentí ganas de llamarla, pero eso solo le causaría mal. No iba a dejar que le pasara nada.
-Dani…-susurré de cuclillas alzando mi brazo derecho, con la mano extendida, como si así pudiera tocarla.
Una suave brisa me acarició la cara. Observé cómo ésta hacia que la melena de Daniela se agitara mientras ella seguía gritando mi nombre. Cerré los ojos y vi pasar millones de imágenes en mi cabeza. Recuerdos compartidos con ella.
-¿Qué vas a hacer? ¿Vas a rendirte e irte con ella o vas a seguir luchando?
Sentado en el suelo cubrí mi cara con mis manos. Me levanté, y cerré los puños. Había tomado una decisión.
“Lo siento Dani”

Capitulo 11 Daniela


Llegué al portal de su casa y observé desde la calle, la parte de su terraza que se veía, las cortinas del comedor bailaban con el aire. Una vecina me dejó pasar, yo subí corriendo las escaleras hasta el último piso y vi que la puerta de su casa estaba abierta. Entré en busca de Tulán. No lo vi por ninguna parte así que lo llamé. De pronto salió de detrás del sofá, tenía las orejas echadas hacia atrás y el rabo entre las piernas. Estaba asustado. Rodeé el sofá y vi su cuenco de comida vacío. Pablo me había dicho que le tenía que dar de comer…
Volví la vista hacía el ventanal. La puerta corredera estaba abierta y las cortinas revoloteaban. Salí al exterior y miré por todos lados. Ni rastro de Pablo. Sin embargo, allí dónde lo había visto antes, seguía el coche de Carlos.
Entre y miré por todos lados, en su cuarto, en el baño, en el otro dormitorio, en la cocina, no había rastro de Pablo ni rastro tampoco de pistas que pudieran ayudarme a saber dónde estaba mi amigo.
Encima de la mesa de la cocina había una bolsa de cubitos deshechos, ¿pero que podía decirme aquello?
Sabía casi seguro de que Pablo escondía algo, que tenía un secreto, pero poco a poco fui descubriendo que Carlos también lo tenía y que ambos secretos estaban relacionados.
La duda hizo que me decidiera por salir de aquella casa y buscarlo por toda la ciudad.
Corría como nunca antes lo había hecho, miraba por todos lados, por todos los escaparates, en todos los coches… y seguía preguntándome lo mismo: porqué Pablo había dejado toda su casa abierta y que escondían Carlos y él.
Tras correr un buen rato me detuve y me apoyé en la pared. Sin poder evitarlo mis ojos se empañaron y fueron soltando lágrimas que resbalaron por mis mejillas y cayeron al suelo.
Aún estando agotada decidí continuar.
Me sentía sola. Como si estuviera sola en el mundo. Todo el mundo desapareció y de pronto también lo hizo el Sol. El cielo azul se cubrió con un manto de nubes grises. Un relámpago iluminó mi cara que miraba al cielo esperando a que cayeran las gotas que venían a continuación. Un trueno.

miércoles, 23 de enero de 2013

Capitulo 10 Pablo


Después de hablar con Daniela escuché el timbre de la puerta. Fui y abrí sin mirar por la mirilla.
Delante de mí me encontré al diablo en persona. Era Carlos con unos ojos encendidos de rabia y odio y una sonrisa vagamente maligna. Su cabello rubio le caía a mechones por la cara, sudada. Me miraba fijamente y noté que me atravesaba con la mirada.
Lo había estado buscando durante mucho tiempo y él me había encontrado. No tenía tiempo para pensar. Él pasó a mi piso mientras Tulán le mordía los bajos del pantalón.
-¡Quita bicho!- lo apartó con una patada. El cachorro soltó un gemido y se escondió tras el sofá. Carlos miró a su alrededor.- Te lo montas bien… bonita casa para vivir… TÚ SOLO.- Se volvió para mirarme. Su sonrisa no se había desvanecido.
-Te he estado buscando- le dije apretando los puños haciendo crujir todos los nudillos.
-Aquí me tienes.-dijo separando los brazos del cuerpo, levantándolos y luego volviendo a dejarlos caer.
-Nuestros padres nos enviaron para esto, ¿no? Para que yo te destruyera y tú a mí.
-Te equivocas, a mi me enviaron para matarte y voy a cumplir mi misión.
Su amenaza no me alteró, sabía que tarde o temprano debíamos luchar ángel y demonio a muerte.
-No en mi casa.
-Está bien.
Se encaminó a mi terraza y saltó desde ella, yo miré a Tulán e hice lo mismo, sin pensar en que había dejado la casa abierta para todo el mundo.
Caí de cuclillas con una mano apoyada en el suelo y busqué a Carlos con la mirada. Corrí por la calle como nadie nunca lo ha hecho. Invisible para los demás. Ya no me importaba la gente, ni lo que pensara, ni lo que dijera, solo tenía dos objetivos. Primero acabar con el heredero del que mató a mis padres y segundo, ir a buscar a Daniela.
No notaba mi aliento porque ya casi no me quedaba. Despegué del suelo con un salto y no volví a tocarlo.

Capitulo 9 Daniela


Hablar con él me daba paz y tranquilidad, un no sé que en la barriga.
Después de lo de aquella mañana veía el mundo algo distinto y empezaba a entender ciertas cosas…
Estaba segura que las cicatrices de su espalda tienen algo que ver con mis sueños.  Que el comportamiento de Carlos no es normal, y su ardor en sus marrones ojos clavándose en los fríos ojos grises de Pablo, me da la sensación de que se conocen de mucho antes de todo, antes de que yo llegara, antes de mis sueños.
-¿Dani? ¿Sigues ahí?
Al escuchar su voz, recordé que me esperaba al otro lado del teléfono.
-Perdona, estaba… distraída.
-Si quieres hablamos más tarde…
-No, aún no me has dicho como te encuentras, te dejé bastante mal.
-No me habías dejado mal, pero sí que me encuentro mejor.- Sonreí y supe que el también lo hacía.- Hablamos más tarde, ¿vale? Tengo que darle de comer a Tulán.
-Vale, hasta luego…
Los dos nos quedamos sin saber que decir. El me había dicho que me quería ya varias veces, con indirectas o sin ellas, tal vez esperaba a que yo se lo devolviera. Pero aún así creí que era muy pronto para todo aquello. El balbuceó algo al otro lado.
-Adiós, Pablo.
Y colgué. Me apoyé en la pared y me dejé caer hasta sentarme en el suelo.
Empecé, entonces, a envolverme de nuevo en mis pensamientos, esperaba que Carlos no hubiera ido a su casa y le hubiera hecho algo, y lo peor, que Pablo no me lo hubiera contado por no preocuparme. La duda me inquietaba así que salí de casa y anduve por las calles, sola, pensando en todo y en nada, en el porqué de todo aquello.

Capitulo 8 Pablo


Todo mi ser era confusión. No sabía qué hacer. Me había enamorado de la chica a la que debía proteger. Esa era mi misión, no la de enamorarme. Después de terminarla me mandarán a otra y me alejaré de ella sin poder evitarlo. Porque es lo que tenía que pasar. Así tenía que ocurrir. Quizás me precipité demasiado. Ahora todo será más difícil. Mientras tanto, seguiré protegiéndola en sueños.
Abrí los ojos. Estaba tumbado en mi cama boca abajo, buscando su olor entre las sabanas.
Una vez se hubo ido, me perdí en mí y volví a ser el joven ángel guardián de los sueños que siempre había sido. Había dejado que el dolor me envolviera y dejé que mis omoplatos se abrieran de nuevo para dar paso a unas alas blancas de 1,5 metros. Me pregunté qué era lo que debía hacer ahora. Cuando desaparecerían esas alas. Entonces recordé lo que una vez me dijo mi padre: “el deseo te incita más a ser quien eres, no lo olvides Pablo, esa chica solo es a alguien a quien debes proteger, si te entregas a ella descubrirá tu secreto, tarde o temprano. No la sigas, cumple con tu misión y olvídala, Pablo, será lo mejor, créeme.”.
Enseguida entendí sus palabras. Yo tan solo tenía 8 años, era quererla o morir, lo tenía claro. Ya no había vuelta atrás. Ya había tomado una decisión.
Mis padres estaban en algún lugar de nuestro gran cielo, vigilándome mientras yo residenciaba en mi piso y luchaba, ya no por aprobar la misión, si no por la chica de ésta, por la que había renunciado a todo lo demás. Me las apañaba solo, como podía, había aprendido a manejarme solo cuando solo era un crío y cuando mis padres murieron, entendí cual era mi misión.
Ahora necesitaba a alguien a mi lado, a alguien que me aconsejara que hacer, a alguien que conociera mi secreto.
-Tulán, ¿tú qué piensas?
El cachorro me miraba extrañado, era la primera vez que me veía así. ¿Qué estaría pensando?
Algún día tendré que huir para mantener a salvo mi secreto. Algún día tendré que alejarme de Daniela y volver con mis misiones de mierda.
Fui a la cocina, con la extraña sombra de las alas persiguiéndome muy cerca, y bebí un poco de agua helada. Luego decidí comer, necesitaba comer algo frio. Abrí la nevera y tan solo había bebida y más bebida. Así que abrí el congelador y me saqué una bolsa de hielo. Fui engulléndolos uno a uno como si fuera un pato. Me sacudió un escalofrío en la espalda y un pequeño pinchazo, señal de que mis omoplatos habían absorbido aquellas alas inmensas que se refugiaban en algún lugar de mi espalda.
Sonreí, ya había amanecido. Abrí la puerta de la terraza y me estiré. Miré a la calle y vi su coche aparcado. Su deportivo estaba aparcado enfrente del portal de mi casa, y afuera, apoyado en él estaba su dueño. En cuanto le miré el me devolvió su mirada tan ardiente, aquellos ojos tan peligrosos. Tenía que salvar a Daniela de aquel chico. No me aportaba confianza, y aquella mirada… me recordaba a la mirada del diablo.
El móvil sonó desde mi habitación. Tulán ladró. ¿Quién será? Sonreí al ver su nombre.
-Hola.-saludó ella, supe que al otro lado del teléfono, estaba sonriendo.
-Hola mi ángel.
Escuché su risa desde el otro lado del auricular.
-¿Qué pasa?- le pregunté.
-Necesitaba escucharte.
Sonreí.

Capitulo 7 Daniela


No podía, me mataba la intriga, aquella cicatriz era de lo más extraña, no pude llegar a imaginarme lo que le había pasado, así que acabé preguntándole.
-¿Y qué te pasó?
El suspiró.
-No lo recuerdo, la verdad es que era muy pequeño… no… lo recuerdo.- De pronto se encorvó hacia atrás y aulló de dolor.
-¿Qué te pasa?
-Nada, nada, estoy bien, solo es un pinchazo, un maldito pinchazo.- Se pasó la mano por la espalda con la mirada perdida hasta que sus ojos volvieron a posarse en mi, se notaba que intentaba disimular el dolor.- Deberías irte. Tú madre estará preocupada.
-Sí, bueno, tal vez sea mejor que te deje descansar.- Dije mientras cogía mi bolso y me peinaba un poco con los dedos.- Anoche te apunté mi número de teléfono en el móvil, cuando necesites hablar ahí estaré.
Sacudí mis brazos y los dejé caer.
-Bueno… me voy.- Me acerqué a él y le besé al lado de su boca, tal y como él había hecho la noche anterior.
Me miró cuando me aparté de él. Sus ojos grises me atravesaron. Me despedí, pero antes de que me fuera Pablo me agarró del brazo y me miró los labios. Luego me miró y cómo si hubiera visto dentro de mí, tiró de mí hacia él y me besó con fuerza mientras sus manos recorrían mi espalda y se posaban en mi cintura deslizándolas con suavidad.
Me aparté, pero no porque no me hubiera gustado, si no porque debía irme.
-Lo siento…-me susurró. No entendí porque se disculpaba así que le devolví el beso.
- No lo sientas.-me despedí con una sonrisa y me fui.
Escuché a Tulán ladrando.
Sonreí por lo ocurrido pero me preocupaba su comportamiento, su cicatriz… todo era muy raro.
Crucé la calle y me encontré con Carlos.
-Buenos días, preciosa.- me sorprendí.
-¿Has estado siguiéndome?
-No, claro que no.- supe que mentía por su manera de sonreír. Llevaba aún restos del puñetazo que Pablo le había dado la noche anterior.
-No le hagas daño, estaba borracho, el no quería hacerlo. Es buen chico.-me refería a Pablo, por supuesto.
-¿Quién? ¿Ese tal Pablo? Lo conozco desde hace años y siempre me ha parecido rarito, llegas tú y se pone celoso solo porque hable contigo. Se ve a kilómetros que está pillado por ti.
Agaché la mirada al suelo.
-¿No te gustara, verdad?- me preguntó. Empezó a parecerme que se entrometía demasiado.
-No es asunto tuyo. Lo siento Carlos debo irme, llego tarde a casa.
-Ah, ¡que aún no has llegado! Has pasado la noche con él… en su casa.-alzó las cejas varias veces seguidas. Yo lo miré con odio, me estaba aguantando las ganas de bofetearle.
- ¿Qué quieres de mi? ¿Por qué me sigues?
-Soy solo un chico de tu clase que quiere conocerte.
-¿A sí? ¿Lo de acosarme también entra en tu lista de cosas que haces con las nuevas? No voy a caer, Carlos, no soy tan gilipollas.
El pasó de mi comentario y siguió sonriendo. Aquella sonrisa me ponía nerviosa.
-Ya nos veremos, preciosa.

Capitulo 6 Pablo


Genial, después de irnos de la fiesta podríamos ir a mi casa, allí podríamos hablar y… bueno, hablar. Me moría por conocerla pero sabía que tenerla en mi casa iba a ser una tentación enorme.
Aún tardamos un rato en irnos de la fiesta. Solo cuando yo llevaba dos cubatas de más. No recuerdo cuanto rato más estuvimos. Solo recuerdo algo borroso.
-¿Puedes dejar de beber ya? Tienes que conducir.-recuerdo que me decía Daniela.
No recordaba nada más de aquella noche.
Me desperté a la mañana siguiente empapado en sudor, tumbado en mi cama, envuelto en sabanas, y ella estaba a mi lado, me acerqué y le acaricié la mejilla mientras dormía, solo para rozar mi piel con la suya y saber que estaba allí de verdad. Contemplé la escena y empecé a enlazar cabos. No podía ser, no podía haberlo hecho. ¿Me había acostado con la chica de mis sueños y no lo recordaba? Maldije a cada uno de los 9 cubatas, y a los que seguramente les siguieron por no recordar nada de lo sucedido la noche anterior. Por la ventana entraba mucha luz, demasiada. Me envolví con la sabana y me cerré en el baño mientras sentía un dolor horrible tras los hombros. No podía estar pasándome ahora. Me miré la espalda en el espejo, unos bultos me sobresalían de los omoplatos.
-Joder, joder.
De pronto sentí un dolor agudo en mi columna, me retorcí de dolor y grité. Escuché como se movían mis huesos, como se me formaban los bultos en la espalda. Caí de rodillas al suelo y apoyé mis manos en la cabeza. Volví a gritar.
No quería gritar, por miedo a despertarla y que me descubriera, pero no podía callar el dolor que aquello me causaba.
Unas imágenes tras otras, de esa noche, con Daniela.
“Estaba borracho como una cuba, llegué al coche de milagro, riendo y caminando haciendo S. Llegué sin caerme gracias a ella. Antes de entrar al coche se acercó Carlos y le vi hablar con Dani, sonreía, sonreía demasiado no sabía si también él iba borracho, pero odiaba esa sonrisa. Le iba a quitar yo la sonrisa de la cara a ese desgraciado. Me planté frente a él con ira y le regalé un puñetazo en la cara. Así aprendería a no meterse donde no le llaman. Antes de subir al coche, recuerdo que vomité en la puerta del vecino. Conduje hasta mi casa, en realidad, no sé cómo Dani me dejó hacerlo. Llegamos a mi casa, Tulán estaba durmiendo en su cama, tan solo levantó una oreja al escuchar la puerta. Iba apoyándome en las paredes hasta llegar a mi cuarto. Me quité el polo, lo tiré al suelo y me tumbé en la cama con los pantalones desabrochados. Cuando Dani me vio en aquel estado se debió de tumbar a mi lado. Yo no la miraba, tenía la vista fija en una pequeña grieta que se abría en el techo y de pronto me dio el bajón.
-Dani…
-¿Sí?-dijo apartándome un mechón que caía por mi frente sudada.
- No sé en que estaba pensando… yo solo quería protegerte, como siempre lo he hecho.- sollocé.
-Y te lo agradezco, pero no deberías haberle pegado.
-Lo siento, es que no soporto que se acerque a ti.- me dio hipo.- Me cae mal.
-¿Estás celoso?
Hipé. Me coloqué con los brazos hacia atrás apoyando mis manos sobre la almohada.  Puse mi dedo índice delante de mi cara y añadí.
-Puede, seguramente, no lo sé, Dani, no quiero hacerte daño.
-¿Por qué ibas a hacerme daño?
- No sé, no quiero que sufras, no quiero que lo pases mal por mí.- Solté un gemido. Estaba ardiendo, y no sabía si era a causa del alcohol o porque me quemaba tenerla tan cerca, allí, en mi cama.
Su expresión mostraba sorpresa.
-¿Estás bien?- me preguntó.
-No.-hipé.-Me quema el maldito alcohol.- volví a hipar.
Ella rió, aunque lo disimuló, no quería que me sintiera peor.
-¿Quieres que me vaya y descansas?
-No, quédate conmigo… no te vayas. No te alejes de mí, no me dejes como me dejaste en aquel sueño, no dejes que me pierda en mí.
Le tendí mi mano. Ella la cogió. Estaba fría, la miré. La dulzura de sus ojos me envolvió. Me mojé los labios.
-Hey, Pablo, escúchame, no me iré de tu lado, estaré contigo el rato que haga falta.
-¿Siempre?-pregunté, notaba que me faltaba aire y el sudor me caía por los  parpados, me recorría la cara y se deslizaba por mi cuello “eso es imposible” añadí para mis adentros. Tragaba saliva una y otra vez. Respiraba rápidamente dejando que mi pecho subiera y bajara tan rápido con cada latido. Ella puso su mano sobre mi frente, yo seguí su movimiento con la mirada.
-Estás ardiendo, Pablo.
 -Da igual, estoy bien, no te preocupes, pero no te vayas, no me sueltes la mano nunca.
Ella me pasó la mano por el pelo evitando de algún modo que sudara más.”
Seguía con imágenes de la noche anterior en mi cabeza, todo pasó muy rápido. El dolor fue a más. Me metí en el jacuzzi y me abrí el grifo del agua fría. Me bañé en el agua helada. Sudaba por todas partes a consecuencia del dolor que sentía. Me ardía la espalda, me quemaba, me abrasaba. De pronto un crujido, mi omoplato abriéndose. Llamaron a la puerta.
-¿Pablo? ¿Estás bien? He oído ruidos.
Me invadió el pánico. No sabía que contestar la puerta la había dejado abierta. ¿Y si entrase y me viera en aquel estado? Mi respiración era agitada y no sabía dónde mirar ni que hacer.
-Sí, estoy bien.- contesté nada seguro de ello, hundiendo mis hombros en el agua por si entraba.
-¿Puedo entrar?
-¡NO!-grité- m…-pensé algo que decirle para evitar que entrase.- estoy dándome un baño, ahora salgo.
Escuché sus pasos en la habitación. Suspiré y me hundí en aquellas aguas heladas del jacuzzi.
“Ella. Solo ella. Mirándome de aquella forma tan apetecible. Mi corazón. Mi corazón que era de ella.
Jamás llegué a pensar que acabaríamos en mi cama, ella tan cerca de mí. Podía sentir su aliento chocándome en la cara.
Me coloqué encima y la miré. Ella me miró con sus oscuros ojos y torció los labios al trazar una sonrisa nerviosa. Me acerqué y le besé al lado de su boca.
-¿Estás mejor?- me susurró.
- Sí…-me pensé más mi respuesta para aclarar mis sensaciones.- es como si flotara.
Ella posó su mano sobre mi pecho, brillante por el sudor. Yo posé la mía sobre su cara y la acaricié. Ella buscó mi mano con los labios y me besó la palma. Se acurrucó debajo de mí, como si pretendiera pasar así todo el tiempo del mundo. Yo me acurruqué sobre ella y coloqué mi cabeza sobre su pecho. Cerré los ojos, la cabeza me daba vueltas. Pero allí estaban, encontré sus latidos sonando fuerte contra mi oído.
Dani se entretuvo en enredar sus dedos en mi cabello.
La miré y sonreí.
-¿Tú estás bien?-le pregunté.
-Sí, muy bien.
-Dani…
-¿Sí?
Tardé en contestar pero al fin lo hice.
-Te quiero.-declaré. Ella sonrió. Levanté la cabeza para ver su reacción, pero se limitó a sonreír.
-Descansa un poco…
-Dani, voy borracho pero aún sé lo que digo.- apoyé mi mano bajo su cuello y me acomodé más arriba para poder verla mejor. En un lugar dónde pudiera ver sus labios.- Sé lo que siento.”
Las imágenes siguientes fueron imágenes rápidas que tan apenas pude analizar.
-¿Te has ahogado?-me preguntó desde fuera.
Abrí los ojos bajo el agua y saqué la cabeza para respirar.
Me miré la espalda, dónde antes se había abierto un agujero ahora solo había arañazos, señal de que habían estado allí.
-No, estoy bien, ahora salgo.-miré a mi alrededor en busca de una toalla.- Mierda…-mi segundo descuido.- ¡DANI!-la llamé, ella contestó desde el otro lado de la puerta.- ¿Puedes traerme una toalla? Están en mi armario en la puerta del medio.
Escuché como abría el armario y pocos segundos después como lo cerraba.
Volvió a llamar a la puerta.
-¿Puedo pasar? Llevo tu toalla.
-Sí, pasa.-miré hacia la puerta y la vi entrar, llevaba puesto el vestido. Estaba realmente apetitosa con aquel aspecto tan matutino.
-¿Seguro que estás bien? Tienes mala cara.
-Sí, estoy bien, me duele un poco la cabeza pero debe de ser la resaca.- mentí.
- ¿Recuerdas algo de lo que pasó anoche?- me preguntó.
- Sí, bueno, algo.
Ella sonrió y se miró los pies.
-He preparado el desayuno mientras te bañabas.
Me sorprendí. ¿Cuánto rato había estado en el jacuzzi? Si tanto tiempo había pasado, debería tener los dedos más arrugados que una pasa.
Me dijo que me esperaba en la cocina y se marchó del baño. Salí y me envolví la toalla en la cintura. Noté un picor en la espalda pero no le di importancia. Me miré en el espejo, me caían gotitas de agua del pelo sobre los hombros. Acto seguido sacudí mi cabeza como un perro, mojando todo el cristal.
- Mierda…- me dije. Busqué un paño con el que secarlo mientras me sujetaba la toalla pues se me iba cayendo con cada movimiento. Una vez hube secado el espejo salí del cuarto de baño y busqué unos calzoncillos limpios en el cajón. Me quedaban pocos, señal de que había que poner la lavadora. Cogí también mis pantalones vaqueros y salí a la cocina sin la camiseta.
-¡Que buena pinta tiene todo!- dije casi relamiéndome al ver mi desayuno favorito.- Espero que Tulán no te haya dado la lata ni se haya comido las tostadas.
Daniela miró al rincón donde Tulán dormía como si fuera una rosquilla.
-No, que va. Es monísimo.
Desayunamos en silencio hasta que no pude aguantarme y le pregunté:
-Dani… ¿anoche, tu y yo…- tragué saliva.-… nos acostamos?
Ella empezó a reírse. ¿Dónde encontraba la gracia en aquella pregunta?
-No, claro que no. Te quedaste dormido como un bebé.- su respuesta tal vez me decepcionara, pero también me sentí aliviado.
-¿Y no te fuiste a casa?
-No, preferí hacerte compañía, insististe demasiado.- sonrió.- ¿Hubieras preferido que te dijera que sí?- me sonrió pícara.
-No, sí, bueno yo… lo preguntaba porque no sé… no recordaba cosas…
En realidad no sabía si prefería o no que no nos hubiéramos acostado. Porque por mucho que la quiera no querría acostarme con ella borracho.
-Si es que ibas muy pedo.-rió.
-¿Qué pasa, no te has puesto nunca borracha o qué?
Me levanté a llevar mi plato a la fregadera, de espaldas a ella. Escuché como arrastraba la silla y se acercaba a mí y de pronto sus brazos me rodearon el torso y apoyó su cabeza en mi espalda, justo encima del omoplato derecho. Me quejé y ella se apartó. Me di la vuelta para mirarla, tan rápido como pude. Estaba como sorprendida y asustada al mismo tiempo.
Y entonces hizo la pregunta del siglo:
-¿Qué te ha pasado en la espalda?
Abrí los ojos como platos y corrí al baño para ver el estado de mis omoplatos. Le di la espalda al espejo y miré por encima del hombro. Dónde antes había arañazos ahora había una enorme cicatriz. En mi mente se creó un debate. ¿Debía contarle mi secreto? ¿Debía saber quién era yo en realidad?
No, temía estropear las cosas, así que decidí que era mejor inventarme una escusa, ¿pero cuál?
Entonces escuché su voz detrás de mí:
-¡Ah!- me asusté.- Dani, que susto me has dado.
-¿Estás bien? Te noto preocupado.
¿Cómo podía conocer tan bien mis sensaciones?
-Sí, no es nada, es algo, que me ocurrió cuando era pequeño.- deseé que no quisiera preguntar por lo que sucedió.