miércoles, 23 de enero de 2013

Capitulo 10 Pablo


Después de hablar con Daniela escuché el timbre de la puerta. Fui y abrí sin mirar por la mirilla.
Delante de mí me encontré al diablo en persona. Era Carlos con unos ojos encendidos de rabia y odio y una sonrisa vagamente maligna. Su cabello rubio le caía a mechones por la cara, sudada. Me miraba fijamente y noté que me atravesaba con la mirada.
Lo había estado buscando durante mucho tiempo y él me había encontrado. No tenía tiempo para pensar. Él pasó a mi piso mientras Tulán le mordía los bajos del pantalón.
-¡Quita bicho!- lo apartó con una patada. El cachorro soltó un gemido y se escondió tras el sofá. Carlos miró a su alrededor.- Te lo montas bien… bonita casa para vivir… TÚ SOLO.- Se volvió para mirarme. Su sonrisa no se había desvanecido.
-Te he estado buscando- le dije apretando los puños haciendo crujir todos los nudillos.
-Aquí me tienes.-dijo separando los brazos del cuerpo, levantándolos y luego volviendo a dejarlos caer.
-Nuestros padres nos enviaron para esto, ¿no? Para que yo te destruyera y tú a mí.
-Te equivocas, a mi me enviaron para matarte y voy a cumplir mi misión.
Su amenaza no me alteró, sabía que tarde o temprano debíamos luchar ángel y demonio a muerte.
-No en mi casa.
-Está bien.
Se encaminó a mi terraza y saltó desde ella, yo miré a Tulán e hice lo mismo, sin pensar en que había dejado la casa abierta para todo el mundo.
Caí de cuclillas con una mano apoyada en el suelo y busqué a Carlos con la mirada. Corrí por la calle como nadie nunca lo ha hecho. Invisible para los demás. Ya no me importaba la gente, ni lo que pensara, ni lo que dijera, solo tenía dos objetivos. Primero acabar con el heredero del que mató a mis padres y segundo, ir a buscar a Daniela.
No notaba mi aliento porque ya casi no me quedaba. Despegué del suelo con un salto y no volví a tocarlo.

Capitulo 9 Daniela


Hablar con él me daba paz y tranquilidad, un no sé que en la barriga.
Después de lo de aquella mañana veía el mundo algo distinto y empezaba a entender ciertas cosas…
Estaba segura que las cicatrices de su espalda tienen algo que ver con mis sueños.  Que el comportamiento de Carlos no es normal, y su ardor en sus marrones ojos clavándose en los fríos ojos grises de Pablo, me da la sensación de que se conocen de mucho antes de todo, antes de que yo llegara, antes de mis sueños.
-¿Dani? ¿Sigues ahí?
Al escuchar su voz, recordé que me esperaba al otro lado del teléfono.
-Perdona, estaba… distraída.
-Si quieres hablamos más tarde…
-No, aún no me has dicho como te encuentras, te dejé bastante mal.
-No me habías dejado mal, pero sí que me encuentro mejor.- Sonreí y supe que el también lo hacía.- Hablamos más tarde, ¿vale? Tengo que darle de comer a Tulán.
-Vale, hasta luego…
Los dos nos quedamos sin saber que decir. El me había dicho que me quería ya varias veces, con indirectas o sin ellas, tal vez esperaba a que yo se lo devolviera. Pero aún así creí que era muy pronto para todo aquello. El balbuceó algo al otro lado.
-Adiós, Pablo.
Y colgué. Me apoyé en la pared y me dejé caer hasta sentarme en el suelo.
Empecé, entonces, a envolverme de nuevo en mis pensamientos, esperaba que Carlos no hubiera ido a su casa y le hubiera hecho algo, y lo peor, que Pablo no me lo hubiera contado por no preocuparme. La duda me inquietaba así que salí de casa y anduve por las calles, sola, pensando en todo y en nada, en el porqué de todo aquello.

Capitulo 8 Pablo


Todo mi ser era confusión. No sabía qué hacer. Me había enamorado de la chica a la que debía proteger. Esa era mi misión, no la de enamorarme. Después de terminarla me mandarán a otra y me alejaré de ella sin poder evitarlo. Porque es lo que tenía que pasar. Así tenía que ocurrir. Quizás me precipité demasiado. Ahora todo será más difícil. Mientras tanto, seguiré protegiéndola en sueños.
Abrí los ojos. Estaba tumbado en mi cama boca abajo, buscando su olor entre las sabanas.
Una vez se hubo ido, me perdí en mí y volví a ser el joven ángel guardián de los sueños que siempre había sido. Había dejado que el dolor me envolviera y dejé que mis omoplatos se abrieran de nuevo para dar paso a unas alas blancas de 1,5 metros. Me pregunté qué era lo que debía hacer ahora. Cuando desaparecerían esas alas. Entonces recordé lo que una vez me dijo mi padre: “el deseo te incita más a ser quien eres, no lo olvides Pablo, esa chica solo es a alguien a quien debes proteger, si te entregas a ella descubrirá tu secreto, tarde o temprano. No la sigas, cumple con tu misión y olvídala, Pablo, será lo mejor, créeme.”.
Enseguida entendí sus palabras. Yo tan solo tenía 8 años, era quererla o morir, lo tenía claro. Ya no había vuelta atrás. Ya había tomado una decisión.
Mis padres estaban en algún lugar de nuestro gran cielo, vigilándome mientras yo residenciaba en mi piso y luchaba, ya no por aprobar la misión, si no por la chica de ésta, por la que había renunciado a todo lo demás. Me las apañaba solo, como podía, había aprendido a manejarme solo cuando solo era un crío y cuando mis padres murieron, entendí cual era mi misión.
Ahora necesitaba a alguien a mi lado, a alguien que me aconsejara que hacer, a alguien que conociera mi secreto.
-Tulán, ¿tú qué piensas?
El cachorro me miraba extrañado, era la primera vez que me veía así. ¿Qué estaría pensando?
Algún día tendré que huir para mantener a salvo mi secreto. Algún día tendré que alejarme de Daniela y volver con mis misiones de mierda.
Fui a la cocina, con la extraña sombra de las alas persiguiéndome muy cerca, y bebí un poco de agua helada. Luego decidí comer, necesitaba comer algo frio. Abrí la nevera y tan solo había bebida y más bebida. Así que abrí el congelador y me saqué una bolsa de hielo. Fui engulléndolos uno a uno como si fuera un pato. Me sacudió un escalofrío en la espalda y un pequeño pinchazo, señal de que mis omoplatos habían absorbido aquellas alas inmensas que se refugiaban en algún lugar de mi espalda.
Sonreí, ya había amanecido. Abrí la puerta de la terraza y me estiré. Miré a la calle y vi su coche aparcado. Su deportivo estaba aparcado enfrente del portal de mi casa, y afuera, apoyado en él estaba su dueño. En cuanto le miré el me devolvió su mirada tan ardiente, aquellos ojos tan peligrosos. Tenía que salvar a Daniela de aquel chico. No me aportaba confianza, y aquella mirada… me recordaba a la mirada del diablo.
El móvil sonó desde mi habitación. Tulán ladró. ¿Quién será? Sonreí al ver su nombre.
-Hola.-saludó ella, supe que al otro lado del teléfono, estaba sonriendo.
-Hola mi ángel.
Escuché su risa desde el otro lado del auricular.
-¿Qué pasa?- le pregunté.
-Necesitaba escucharte.
Sonreí.

Capitulo 7 Daniela


No podía, me mataba la intriga, aquella cicatriz era de lo más extraña, no pude llegar a imaginarme lo que le había pasado, así que acabé preguntándole.
-¿Y qué te pasó?
El suspiró.
-No lo recuerdo, la verdad es que era muy pequeño… no… lo recuerdo.- De pronto se encorvó hacia atrás y aulló de dolor.
-¿Qué te pasa?
-Nada, nada, estoy bien, solo es un pinchazo, un maldito pinchazo.- Se pasó la mano por la espalda con la mirada perdida hasta que sus ojos volvieron a posarse en mi, se notaba que intentaba disimular el dolor.- Deberías irte. Tú madre estará preocupada.
-Sí, bueno, tal vez sea mejor que te deje descansar.- Dije mientras cogía mi bolso y me peinaba un poco con los dedos.- Anoche te apunté mi número de teléfono en el móvil, cuando necesites hablar ahí estaré.
Sacudí mis brazos y los dejé caer.
-Bueno… me voy.- Me acerqué a él y le besé al lado de su boca, tal y como él había hecho la noche anterior.
Me miró cuando me aparté de él. Sus ojos grises me atravesaron. Me despedí, pero antes de que me fuera Pablo me agarró del brazo y me miró los labios. Luego me miró y cómo si hubiera visto dentro de mí, tiró de mí hacia él y me besó con fuerza mientras sus manos recorrían mi espalda y se posaban en mi cintura deslizándolas con suavidad.
Me aparté, pero no porque no me hubiera gustado, si no porque debía irme.
-Lo siento…-me susurró. No entendí porque se disculpaba así que le devolví el beso.
- No lo sientas.-me despedí con una sonrisa y me fui.
Escuché a Tulán ladrando.
Sonreí por lo ocurrido pero me preocupaba su comportamiento, su cicatriz… todo era muy raro.
Crucé la calle y me encontré con Carlos.
-Buenos días, preciosa.- me sorprendí.
-¿Has estado siguiéndome?
-No, claro que no.- supe que mentía por su manera de sonreír. Llevaba aún restos del puñetazo que Pablo le había dado la noche anterior.
-No le hagas daño, estaba borracho, el no quería hacerlo. Es buen chico.-me refería a Pablo, por supuesto.
-¿Quién? ¿Ese tal Pablo? Lo conozco desde hace años y siempre me ha parecido rarito, llegas tú y se pone celoso solo porque hable contigo. Se ve a kilómetros que está pillado por ti.
Agaché la mirada al suelo.
-¿No te gustara, verdad?- me preguntó. Empezó a parecerme que se entrometía demasiado.
-No es asunto tuyo. Lo siento Carlos debo irme, llego tarde a casa.
-Ah, ¡que aún no has llegado! Has pasado la noche con él… en su casa.-alzó las cejas varias veces seguidas. Yo lo miré con odio, me estaba aguantando las ganas de bofetearle.
- ¿Qué quieres de mi? ¿Por qué me sigues?
-Soy solo un chico de tu clase que quiere conocerte.
-¿A sí? ¿Lo de acosarme también entra en tu lista de cosas que haces con las nuevas? No voy a caer, Carlos, no soy tan gilipollas.
El pasó de mi comentario y siguió sonriendo. Aquella sonrisa me ponía nerviosa.
-Ya nos veremos, preciosa.

Capitulo 6 Pablo


Genial, después de irnos de la fiesta podríamos ir a mi casa, allí podríamos hablar y… bueno, hablar. Me moría por conocerla pero sabía que tenerla en mi casa iba a ser una tentación enorme.
Aún tardamos un rato en irnos de la fiesta. Solo cuando yo llevaba dos cubatas de más. No recuerdo cuanto rato más estuvimos. Solo recuerdo algo borroso.
-¿Puedes dejar de beber ya? Tienes que conducir.-recuerdo que me decía Daniela.
No recordaba nada más de aquella noche.
Me desperté a la mañana siguiente empapado en sudor, tumbado en mi cama, envuelto en sabanas, y ella estaba a mi lado, me acerqué y le acaricié la mejilla mientras dormía, solo para rozar mi piel con la suya y saber que estaba allí de verdad. Contemplé la escena y empecé a enlazar cabos. No podía ser, no podía haberlo hecho. ¿Me había acostado con la chica de mis sueños y no lo recordaba? Maldije a cada uno de los 9 cubatas, y a los que seguramente les siguieron por no recordar nada de lo sucedido la noche anterior. Por la ventana entraba mucha luz, demasiada. Me envolví con la sabana y me cerré en el baño mientras sentía un dolor horrible tras los hombros. No podía estar pasándome ahora. Me miré la espalda en el espejo, unos bultos me sobresalían de los omoplatos.
-Joder, joder.
De pronto sentí un dolor agudo en mi columna, me retorcí de dolor y grité. Escuché como se movían mis huesos, como se me formaban los bultos en la espalda. Caí de rodillas al suelo y apoyé mis manos en la cabeza. Volví a gritar.
No quería gritar, por miedo a despertarla y que me descubriera, pero no podía callar el dolor que aquello me causaba.
Unas imágenes tras otras, de esa noche, con Daniela.
“Estaba borracho como una cuba, llegué al coche de milagro, riendo y caminando haciendo S. Llegué sin caerme gracias a ella. Antes de entrar al coche se acercó Carlos y le vi hablar con Dani, sonreía, sonreía demasiado no sabía si también él iba borracho, pero odiaba esa sonrisa. Le iba a quitar yo la sonrisa de la cara a ese desgraciado. Me planté frente a él con ira y le regalé un puñetazo en la cara. Así aprendería a no meterse donde no le llaman. Antes de subir al coche, recuerdo que vomité en la puerta del vecino. Conduje hasta mi casa, en realidad, no sé cómo Dani me dejó hacerlo. Llegamos a mi casa, Tulán estaba durmiendo en su cama, tan solo levantó una oreja al escuchar la puerta. Iba apoyándome en las paredes hasta llegar a mi cuarto. Me quité el polo, lo tiré al suelo y me tumbé en la cama con los pantalones desabrochados. Cuando Dani me vio en aquel estado se debió de tumbar a mi lado. Yo no la miraba, tenía la vista fija en una pequeña grieta que se abría en el techo y de pronto me dio el bajón.
-Dani…
-¿Sí?-dijo apartándome un mechón que caía por mi frente sudada.
- No sé en que estaba pensando… yo solo quería protegerte, como siempre lo he hecho.- sollocé.
-Y te lo agradezco, pero no deberías haberle pegado.
-Lo siento, es que no soporto que se acerque a ti.- me dio hipo.- Me cae mal.
-¿Estás celoso?
Hipé. Me coloqué con los brazos hacia atrás apoyando mis manos sobre la almohada.  Puse mi dedo índice delante de mi cara y añadí.
-Puede, seguramente, no lo sé, Dani, no quiero hacerte daño.
-¿Por qué ibas a hacerme daño?
- No sé, no quiero que sufras, no quiero que lo pases mal por mí.- Solté un gemido. Estaba ardiendo, y no sabía si era a causa del alcohol o porque me quemaba tenerla tan cerca, allí, en mi cama.
Su expresión mostraba sorpresa.
-¿Estás bien?- me preguntó.
-No.-hipé.-Me quema el maldito alcohol.- volví a hipar.
Ella rió, aunque lo disimuló, no quería que me sintiera peor.
-¿Quieres que me vaya y descansas?
-No, quédate conmigo… no te vayas. No te alejes de mí, no me dejes como me dejaste en aquel sueño, no dejes que me pierda en mí.
Le tendí mi mano. Ella la cogió. Estaba fría, la miré. La dulzura de sus ojos me envolvió. Me mojé los labios.
-Hey, Pablo, escúchame, no me iré de tu lado, estaré contigo el rato que haga falta.
-¿Siempre?-pregunté, notaba que me faltaba aire y el sudor me caía por los  parpados, me recorría la cara y se deslizaba por mi cuello “eso es imposible” añadí para mis adentros. Tragaba saliva una y otra vez. Respiraba rápidamente dejando que mi pecho subiera y bajara tan rápido con cada latido. Ella puso su mano sobre mi frente, yo seguí su movimiento con la mirada.
-Estás ardiendo, Pablo.
 -Da igual, estoy bien, no te preocupes, pero no te vayas, no me sueltes la mano nunca.
Ella me pasó la mano por el pelo evitando de algún modo que sudara más.”
Seguía con imágenes de la noche anterior en mi cabeza, todo pasó muy rápido. El dolor fue a más. Me metí en el jacuzzi y me abrí el grifo del agua fría. Me bañé en el agua helada. Sudaba por todas partes a consecuencia del dolor que sentía. Me ardía la espalda, me quemaba, me abrasaba. De pronto un crujido, mi omoplato abriéndose. Llamaron a la puerta.
-¿Pablo? ¿Estás bien? He oído ruidos.
Me invadió el pánico. No sabía que contestar la puerta la había dejado abierta. ¿Y si entrase y me viera en aquel estado? Mi respiración era agitada y no sabía dónde mirar ni que hacer.
-Sí, estoy bien.- contesté nada seguro de ello, hundiendo mis hombros en el agua por si entraba.
-¿Puedo entrar?
-¡NO!-grité- m…-pensé algo que decirle para evitar que entrase.- estoy dándome un baño, ahora salgo.
Escuché sus pasos en la habitación. Suspiré y me hundí en aquellas aguas heladas del jacuzzi.
“Ella. Solo ella. Mirándome de aquella forma tan apetecible. Mi corazón. Mi corazón que era de ella.
Jamás llegué a pensar que acabaríamos en mi cama, ella tan cerca de mí. Podía sentir su aliento chocándome en la cara.
Me coloqué encima y la miré. Ella me miró con sus oscuros ojos y torció los labios al trazar una sonrisa nerviosa. Me acerqué y le besé al lado de su boca.
-¿Estás mejor?- me susurró.
- Sí…-me pensé más mi respuesta para aclarar mis sensaciones.- es como si flotara.
Ella posó su mano sobre mi pecho, brillante por el sudor. Yo posé la mía sobre su cara y la acaricié. Ella buscó mi mano con los labios y me besó la palma. Se acurrucó debajo de mí, como si pretendiera pasar así todo el tiempo del mundo. Yo me acurruqué sobre ella y coloqué mi cabeza sobre su pecho. Cerré los ojos, la cabeza me daba vueltas. Pero allí estaban, encontré sus latidos sonando fuerte contra mi oído.
Dani se entretuvo en enredar sus dedos en mi cabello.
La miré y sonreí.
-¿Tú estás bien?-le pregunté.
-Sí, muy bien.
-Dani…
-¿Sí?
Tardé en contestar pero al fin lo hice.
-Te quiero.-declaré. Ella sonrió. Levanté la cabeza para ver su reacción, pero se limitó a sonreír.
-Descansa un poco…
-Dani, voy borracho pero aún sé lo que digo.- apoyé mi mano bajo su cuello y me acomodé más arriba para poder verla mejor. En un lugar dónde pudiera ver sus labios.- Sé lo que siento.”
Las imágenes siguientes fueron imágenes rápidas que tan apenas pude analizar.
-¿Te has ahogado?-me preguntó desde fuera.
Abrí los ojos bajo el agua y saqué la cabeza para respirar.
Me miré la espalda, dónde antes se había abierto un agujero ahora solo había arañazos, señal de que habían estado allí.
-No, estoy bien, ahora salgo.-miré a mi alrededor en busca de una toalla.- Mierda…-mi segundo descuido.- ¡DANI!-la llamé, ella contestó desde el otro lado de la puerta.- ¿Puedes traerme una toalla? Están en mi armario en la puerta del medio.
Escuché como abría el armario y pocos segundos después como lo cerraba.
Volvió a llamar a la puerta.
-¿Puedo pasar? Llevo tu toalla.
-Sí, pasa.-miré hacia la puerta y la vi entrar, llevaba puesto el vestido. Estaba realmente apetitosa con aquel aspecto tan matutino.
-¿Seguro que estás bien? Tienes mala cara.
-Sí, estoy bien, me duele un poco la cabeza pero debe de ser la resaca.- mentí.
- ¿Recuerdas algo de lo que pasó anoche?- me preguntó.
- Sí, bueno, algo.
Ella sonrió y se miró los pies.
-He preparado el desayuno mientras te bañabas.
Me sorprendí. ¿Cuánto rato había estado en el jacuzzi? Si tanto tiempo había pasado, debería tener los dedos más arrugados que una pasa.
Me dijo que me esperaba en la cocina y se marchó del baño. Salí y me envolví la toalla en la cintura. Noté un picor en la espalda pero no le di importancia. Me miré en el espejo, me caían gotitas de agua del pelo sobre los hombros. Acto seguido sacudí mi cabeza como un perro, mojando todo el cristal.
- Mierda…- me dije. Busqué un paño con el que secarlo mientras me sujetaba la toalla pues se me iba cayendo con cada movimiento. Una vez hube secado el espejo salí del cuarto de baño y busqué unos calzoncillos limpios en el cajón. Me quedaban pocos, señal de que había que poner la lavadora. Cogí también mis pantalones vaqueros y salí a la cocina sin la camiseta.
-¡Que buena pinta tiene todo!- dije casi relamiéndome al ver mi desayuno favorito.- Espero que Tulán no te haya dado la lata ni se haya comido las tostadas.
Daniela miró al rincón donde Tulán dormía como si fuera una rosquilla.
-No, que va. Es monísimo.
Desayunamos en silencio hasta que no pude aguantarme y le pregunté:
-Dani… ¿anoche, tu y yo…- tragué saliva.-… nos acostamos?
Ella empezó a reírse. ¿Dónde encontraba la gracia en aquella pregunta?
-No, claro que no. Te quedaste dormido como un bebé.- su respuesta tal vez me decepcionara, pero también me sentí aliviado.
-¿Y no te fuiste a casa?
-No, preferí hacerte compañía, insististe demasiado.- sonrió.- ¿Hubieras preferido que te dijera que sí?- me sonrió pícara.
-No, sí, bueno yo… lo preguntaba porque no sé… no recordaba cosas…
En realidad no sabía si prefería o no que no nos hubiéramos acostado. Porque por mucho que la quiera no querría acostarme con ella borracho.
-Si es que ibas muy pedo.-rió.
-¿Qué pasa, no te has puesto nunca borracha o qué?
Me levanté a llevar mi plato a la fregadera, de espaldas a ella. Escuché como arrastraba la silla y se acercaba a mí y de pronto sus brazos me rodearon el torso y apoyó su cabeza en mi espalda, justo encima del omoplato derecho. Me quejé y ella se apartó. Me di la vuelta para mirarla, tan rápido como pude. Estaba como sorprendida y asustada al mismo tiempo.
Y entonces hizo la pregunta del siglo:
-¿Qué te ha pasado en la espalda?
Abrí los ojos como platos y corrí al baño para ver el estado de mis omoplatos. Le di la espalda al espejo y miré por encima del hombro. Dónde antes había arañazos ahora había una enorme cicatriz. En mi mente se creó un debate. ¿Debía contarle mi secreto? ¿Debía saber quién era yo en realidad?
No, temía estropear las cosas, así que decidí que era mejor inventarme una escusa, ¿pero cuál?
Entonces escuché su voz detrás de mí:
-¡Ah!- me asusté.- Dani, que susto me has dado.
-¿Estás bien? Te noto preocupado.
¿Cómo podía conocer tan bien mis sensaciones?
-Sí, no es nada, es algo, que me ocurrió cuando era pequeño.- deseé que no quisiera preguntar por lo que sucedió.

Capitulo 5 Daniela


Sabía que era real, no necesitaba más explicaciones. Los latidos de su corazón palpitando fuertes contra mi mano mientras sus ojos se clavaban en los míos. Sin lugar a dudas, aquello había sido una declaración, pero él lo había desmentido, ¿quizás deba dar yo el primer paso? O eso o el chico es tímido o es que esconde algo. Es buen chico, pero sus ojos… son tan irreales, que me hace pensar que cada segundo con él es un sueño.
Por fin llegamos a la fiesta. Era una casa enorme, situada a la zona oeste de la ciudad, con un inmenso jardín lleno de distinto tipo de plantas y más a la derecha estaba la piscina. Entramos en el salón, dónde había un ambiente brutal.
-¿Qué te parece?- me preguntó una voz a mis espaldas. Era Carlos que me puso una mano en cada hombro.
-Muy bien, es genial, gracias por invitarme.- le dije volviéndome dándole una palmada en su mano derecha.
-Siempre está bien tener a chicas como tú por aquí, preciosa.- dijo sonriéndome y mirándome descaradamente de arriba abajo, luego silbó.
-Vigila esas garras.-gruñó un Pablo bastante celoso. Carlos lo miró con odio y pasó de su comentario.
-Cuando quieras buena compañía,- miró a Pablo.- estoy en la cocina, preciosa.- me sonrió. Pablo se puso rojo de ira. Me giré hacia él cuando Carlos se fue.
-Sabía que no iba a ser una buena fiesta.- gruñó él.
-Tranquilízate, Pablo.-le cogí de la mano y lo llevé a la pista.- Relájate.
Seguidamente me puse a bailar delante de él mientras me miraba incrédulo. Intenté que el bailara conmigo, pero él se ponía de puntillas para ver por encima de la gente, le preocupaba más que Carlos se mantuviera lejos y cumpliera la promesa de permanecer en la cocina.
-Dani, ¿quieres algo para beber? Voy a por bebida.
-Un ron con coca cola.- contesté.
-Está bien, espérame aquí y no te dejes tocar por ese baboso de Carlos.- Volvió a mirar de nuevo entre la gente para asegurarse de que éste no estaba cerca. Luego bajó el rostro a la altura del mío y me susurró - Me cae mal.
¿Me lo parecía a mí o Pablo se estaba poniendo celoso?
Mientras Pablo se alejaba apartándose entre la multitud vi a Carlos acercándose a mí y yo me fui de allí. Encontré a Pablo junto a una barra pidiendo los cubatas.
-Pablo, vámonos de aquí.- le pedí.
-¿¿QUÉ?? ¡NO TE OIGO!- La música estaba demasiado fuerte y la gente cantaba.
-¡¡QUE QUIERO IRME DE LA FIESTA!!
-¡¡VALE!!
Salimos al exterior, a un jardín que daba a la parte de atrás. Era bastante acogedor. Nos sentamos en uno de esos sofás balancines de jardín, mientras Pablo se acababa su 5º cubata. Me contaba cosas que jamás me hubiera contado ningún chico y reía, reía mucho, supongo que por causa del alcohol. Luego me rodeó con el brazo izquierdo y me cogió de la cintura mientras balanceaba el balancín y me miraba sonriendo, me pareció que en aquella sonrisa habían escritas más palabras de las que jamás podría decirme.
Estuvimos un rato hasta que le apeteció beber y no precisamente algo que no llevara alcohol. Volvimos a dentro y permanecimos allí hasta las tantas. Y de pronto sonó una canción que me gustaba mucho “Where have you been” de Rihanna, pero era una versión en remix, bastante bailable. Pareció que a Pablo también le gustaba pues me arrastró de la mano al centro de la pista, bajo las luces. Bailaba de una manera que me resultó graciosa y divertida. No dejamos de sonreír. Cuando acabó la canción me cogió de las dos manos y las elevó junto a las suyas, luego pegó su frente contra la mía y me miró mientras sonreía de nuevo y lentamente bajó mis manos formando un ángulo recto. Luego me acarició la mejilla y me la besó.
Finalmente salimos de aquella casa.

Capitulo 4 Pablo


Salí de su casa, no sin antes decirle a su madre que pasaría a buscar a su hija a las 22h. Subí al coche y lo puse en marcha, me quedé un momento allí, pensando, recordando a aquella chica, a la que conocía desde pequeño. Daniela, se llamaba. Llevaba un vestido blanco, precioso. Sus largos tirabuzones le caían por la espalda. Sus ojos oscuros me miraban y me mostraban su interior. Desde esa mañana cuando ella abrió los ojos, supe que era ella, y ella sabía que era yo, tenía que saberlo.
No me di ni cuenta y ya estaba en la puerta de mi casa. El tiempo volaba pensando en su mirada. Apagué el coche y subí a mi piso. Di la luz y me quedé estupefacto. El suelo estaba hecho un asco, y entonces vi la huella del culpable de todo aquello. Mi pastor belga, Tulán estaba escondido bajo mi cama, asustado porque lo había encontrado, con las orejas hacia atrás avergonzado de lo que había hecho.
-Sal de ahí, hombre.-El perro salió.-Que voy a hacer contigo, a partir de ahora te quedaras en la terraza.- Tulán me miraba con esos ojos brillantes llenos de pena. Tan solo tenía 6 meses- Tranquilo, chico, vamos a limpiar esto, esta noche puede que tenga visita.
Limpié toda la casa y seguidamente me duché. Cuando salí de la ducha eran las 21:45. Había quedado con Daniela a las 22h.
Corrí a mi cuarto derrapando en cada esquina. Abrí mi armario y cogí un pantalón vaquero y un polo a rayas que me puse mientras corría hacia el baño. Me peiné con los dedos y me eché algo de colonia y gomina.
Antes de irme miré a Tulán, que estaba sentado mirándome con sus enormes ojos brillantes.
-Pórtate bien, ¿vale? No te comas la basura, ni re gires en mis cajones ni te mees en la alfombra, ¿esta hecho?
Acto seguido cerré la puerta y Tulán aulló. Lo mandé callar y bajé.
Daniela
Había salido de la ducha. El pelo empapado me mojaba la espalda. Me senté en el váter con la toalla todavía enrollada bajo mis axilas. Me puse crema hidratante que olía a vainilla y me quedé inmóvil frente al espejo, perdida en el propio olor que yo misma desprendía. Me sequé el pelo con el secador y luego me dirigí a mi cuarto para vestirme y me maquillé un poco.
Pablo
Cuando paré delante de casa de Daniela eran las 21:58. Estuve observando su silueta a través de su ventana. Esa chica… era increíble, capaz de hacerme sostener la sonrisa todo el rato, capaz de hacerme recordar quién soy, capaz de hacerme saber que ella es mía y que yo soy suyo. Volví la cabeza hacia la puerta cuando esta se abrió. No era ella, era un ángel que había caído del cielo aquella misma mañana, un ángel que arroyé con el coche, un ángel que podría haber perdido. Me golpeé la frente con la mano. Me sonrió cuando me vio. Tragué saliva, sonreí y le saludé con la mano. Cuando se acercó a mí le dije:
-Tenía razón, estas preciosa con ese vestido.
-Gracias.-dijo alargando la s.
Rodeó mi Porsche Cayenne y se sentó en el sitio del copiloto. La miré, llevaba pintada la raya de ojos por arriba y por debajo de una manera que le quedaba realmente bien, también se había puesto gloss.
Me miró.
-Tú también estás muy guapo, sabía que te quedaba muy bien ese polo pero puesto del revés…  no tenía ni idea.
Me miré las mangas del polo y sí, con las prisas me lo había puesto del revés. Resoplé.
-Que suerte la mía.- no sabía qué hacer, no podía ir así a la fiesta. Así que me decidí por ponérmela bien allí mismo.
-¿Qué haces?-me preguntó cuando vio que me lo quitaba.
-Ponérmelo bien, no pienso ir a la fiesta con el polo al revés, se reirán de mi.
Ella soltó una carcajada.
-¿De qué te ríes?
-De lo apurado que estás.
Me lo quité y le di la vuelta.
Daniela
Le miré disimuladamente cuando se quitó el polo. Respiró hondo, como si no estuviera a gusto en aquella situación, sacudió la cabeza como un perro y se pasó la mano por su cabello para peinarse. Tenía la piel morena, un bonito tono de piel que le resaltaba con sus blancos dientes. Luego bajé la mirada a su torso desnudo pero la aparté justo antes de que él se diera cuenta de que le había estado mirando.
Pablo
Antes de volvérmelo a poner la volví a mirar. Su cabello caía sobre su espalda a tirabuzones perfectos. Su vestido blanco resaltaba con su moreno y hacia juego con el blanco de sus dientes, llevaba un colgante precioso que se perdía en su esco…
Ella tosió y me miró. Entonces recordé que todavía no me había puesto el polo. Me lo puse.
-¿Así ya está bien?- le pregunté alzando los brazos una vez me lo hube puesto.
-Está perfecto, Pablo.
Tragué saliva y arranqué el coche. No dejaba de pensar en aquella palabra… “perfecto” ¿eso era lo que pensaba ella de mi? ¿Qué yo era perfecto?
Se me dibujó una sonrisa tonta que no pude borrar.
-Pablo…- yo hice un ruido para que supiera que la escuchaba.- ¿Cómo sabias lo del vestido?
De nuevo di otro frenazo y me tensé en el asiento, como si estuviera en una de esas bajadas de las montañas rusas que se te corta hasta la respiración.
-Por lo mismo que tú pensabas que nos conocíamos.-tartamudeé un poco.
-¿Y de qué me conoces?-me preguntó. Vaya, me habían tocado las preguntas difíciles.
-Dani, se muchas cosas de ti… te he seguido en sueños, te he buscado todas las noches, te conozco bien, se que te chifla el chocolate, que te cuesta levantarte por las mañanas qué te gusta el zumo y que odias la leche, sé que llevas mucho tiempo buscando a un chico. Un chico que aparece en tus sueños todas las noches. Sé que soy yo, Dani. Soy yo el chico que buscas y tú lo sabes.
Solté un suspiro. Ya está, ya se lo había dicho todo, ahora el tiempo dirá si ella es la chica de mis sueños, si me responde o se queda callada.
-Yo también tenga lo misma sensación.- Me despegué del asiento y me humedecí los labios.
-Es que no es una sensación, Dani, es que es real, estoy aquí, no hay sueños imposibles, conectamos en sueños, nos conocemos y nos hacemos casi inseparables ya el mismo día. Ahora dime si eso no es suficiente para creerlo. -Cogí su mano y la puse contra mi pecho- ¿Son reales o no, mis latidos?
Me miró atenta. Volví a acelerar centrando la vista en la carretera.
-¿Es una declaración?- preguntó con una sonrisa al cabo de un rato.
-¡Sí!-exclamé.- Digo no.-reaccioné.
Daniela rió. Sabía que lo que estaba haciendo realmente era algo parecido al ridículo y que ella lo encontraba gracioso.
-No sé de qué te ríes, Dani. Necesito saber qué piensas tú de esto.- me mojé los labios con nerviosismo.                                                                                   
-Pienso que te estás poniendo muy nervioso y que sí, que tienes razón. Llevo mucho tiempo buscándote, no me había dado cuenta antes por el golpe en la cabeza.
-Sabes cómo hacer que me sienta culpable.-ahora era yo el que sonreía.
Silencio. Un silencio incómodo.
-Pablo, no hubiera ido a esa fiesta si no supiera que ibas a venir conmigo. Eres la única persona que conozco aquí.
-Sí… ya…- me decepcioné de nuevo.- es verdad.
Tragué saliva, volví a tensarme.
-No quiero que pienses que es una broma. No sabes cuánto tiempo llevo esperándote.
-Pero, ¿Cómo puede ser que contactáramos en sueños?
Yo me encogí de hombros con una sonrisa. Lo sabía, pero no quería que descubriera mi secreto tan pronto.

Capitulo 3 Daniela


Después del instituto me enseñó la ciudad y llevamos la moto a un taller dónde le conocían, luego fuimos a su restaurante preferido a comer. Luego de comer, lo llevé a mi casa a que me ayudara a decidirme por la ropa de esa noche.
-Hola mamá, traigo a un amigo.-le dije arrastrando a Pablo de la mano sin parar.
-¡Oh! Muy bien, cariño.
-Hola.-saludó Pablo con su perfecta sonrisa.
Paré en los pies de la escalera y me dirigí a mi madre sin soltar la mano de Pablo.
-Por cierto, mamá, esta noche nos han invitado a una fiesta.
-Está bien, no te esperaré despierta.-sonrió. Mi madre capta las indirectas al instante.
Entramos en mi habitación y cerré la puerta. Abrí mi vestidor y rebusqué algo que ponerme mientras él se acomodaba sobre mi cama.
-¿Qué puedo ponerme esta noche?-le pregunté volviéndome hacia él. Su mirada paraba en un vestido blanco. Lo saqué para que lo viera mejor.- ¿Este?
Tardó en contestar. Estaba atónito, reaccionó un momento y me contestó:
-Sí, me gusta mucho.
-¿Quieres que me lo pruebe?
Él se encogió de hombros.
-Voy al baño un segundo, ahora vuelvo.
Cerré la puerta del baño temblando por aquella mirada que me seguía a todas partes, aquel vestido… hacía mucho tiempo que no me lo ponía, la última vez que me lo puse fue en uno de esos sueños.
Me desabroché los vaqueros y dejé que estos cayeran deslizándose por mis finas piernas, después me quité la blusa y me observé en el espejo. Desde el otro lado me miraba una chica segura, decidida y dispuesta a lo que hiciera falta esa noche para conseguir al chico de sus sueños pero no quería ir deprisa con él, no me arriesgaría a perderle y tampoco quería parecer una desesperada.
Dejé de contemplarme cuando llamaron a la puerta, pensé que sería Pablo.
-Cariño, ¿estás ya?- era mi madre.
-¡Un segundo!
Me puse el vestido a toda prisa y salí a mi cuarto, no había ni rastro de Pablo y empecé a pensar que aquel día había sido otro de mis sueños, pero no. Cuando mi madre vio que le buscaba con la mirada me dijo:
-Se ha marchado hace un rato, dice que tenía prisa, y que quería que te dijera que te pasará a buscar sobre las 22h y que te queda muy bien el vestido blanco. Por cierto, muy majete tu amigo. Pablo, ¿verdad?-preguntó recordando su nombre.
Noté un cosquilleo en el estomago, la mariposa que dormía en mi interior, quizás se había despertado y agitaba sus alas con fuerza. Aquello solo me dejó una prueba más de que no estaba equivocada, de que le había encontrado y el a mí.
Cuando mi madre se fue de mi cuarto, me tumbé sobre mi cama, mirando el techo y pensando en él. Respiré profundamente.

Capitulo 2 Daniela



Abrí los ojos lentamente, rodeada por un olor que me resultaba muy familiar. Noté el asfalto bajo mi espalda ardiente y un suave dolor en la cabeza. Empecé a ver algo. Una silueta delante de mí, mirándome con atención con su cara a escasos centímetros de la mía. Me incorporé.
-Ya has despertado, que susto me has dado, perdonam…- no acabó la frase, se quedó mirándome a los ojos fijamente, entre cerrándolos, como si lo que hubiera visto fuera algo extraño.
Aquel chico… lo había visto antes en alguna parte aunque no recordaba donde. Serio aparentaba más años de los que en realidad tendría. Parpadeé varias veces y me llevé la mano a la cabeza, al hacerlo gemí.
-¿Qué ha pasado?-pregunté sin darle importancia a su reacción.
-Pues yo… tú, en fin que no te vi y te arroyé, lo siento… - se notaba a kilómetros que el chico estaba nervioso. Tartamudeaba y hablaba bastante deprisa. Me colocó una mano sobre el hombro.- ¿Estás bien, de verdad? Si no, puedo llevarte al hospital.
-Estoy bien, gracias.- Él me tendió una mano par ayudar a levantarme pero preferí hacerlo sola. Me levanté del suelo y me tambaleé un poco. Él me sujetó del brazo para evitar que cayera. Vi mi moto sobre el asfalto. Llevaba un enorme bollo en el lateral derecho.- ¿Podrías llevarme al instituto?- dije volviendo la mirada hacia él pensando en el pastón que me iba a costar arreglar aquello.
-Sí, claro si yo también iba… pero…- parecía disgustado. Yo le miré a los ojos.
-Hey, tranquilo, estoy bien.- traté de tranquilizarlo.
-Es que no sé en qué estaría pensando… nunca me había pasado esto y…- levantó una mano hacia la moto y rebufó. Hizo una pausa. Cerró los ojos, tomó aire y volvió a hablar-… escucha, llevaré tu moto al taller y yo me ocupo de pagar los gastos, así al menos no me sentiré tan culpable, ¿Trato hecho?
- Está bien, trato hecho.- le contesté con una sonrisa, por una parte aliviada por no tener que pagar el destrozo. El me la devolvió, su sonrisa le rejuvenecía. Parecía más tranquilo y eso también me tranquilizaba a mí.
Cogimos la moto a la vez y sin querer nuestras manos se rozaron. Nos miramos y sonreímos nerviosamente. Era un desconocido, sí, pero me resultaba tan agradable y extremadamente familiar... Subimos la moto al maletero y luego ambos subimos a su coche, un Porsche Cayenne. En sus ojos claros había aún cierta preocupación… aquellos ojos grises, aquella sonrisa… de pronto lo recordé, como una imagen pasando por delante de mi mente, volando. Toda la vida viéndonos en sueños y no le había reconocido. Me quedé embobada mirándole, sin creer que fuera él. Intenté disimular, no quería que me pillara mirándole de aquella manera, giré la cara hacia la ventana y sonreí para mí. Aquellos ojos, aquella sonrisa y su olor, sin duda, le había encontrado. Fueron muchas las cosas que me pasaron por la mente pero me quedé quieta, esperando a que el dijera algo, sonriendo satisfactoriamente.
-Por cierto, ¿Cómo te llamas?- me preguntó. Tardé en contestar y cuando lo hice le contesté con otra pregunta.
-Por casualidad, tú y yo no nos conocemos, ¿verdad? Es que me suena tu cara.
El chico pisó el freno hasta el fondo, haciendo que las ruedas rechinaran en el asfalto. Se escucharon los demás coches pitándole por detrás para que se moviera. Él apartó el coche a un sitio que había a la derecha. Al pasar, los demás coches, soltaron algunos insultos a los que él no les hizo caso.
-¿De qué me conoces?- me preguntó. No sonreía, sin embargo se le notaba que iba a hacerlo, sus comisuras le delataban  y sus ojos brillaban.
-No sé, te habré confundido con otra persona. Me llamo Daniela.- contesté ensanchando mi sonrisa.
-Encantado pues, Daniela, yo soy Pablo. –su sonrisa se desvaneció decepcionado y volvió la vista a la carretera con expresión de decepción.
-“Pablo…”- pensé. Sí ese era su nombre.
“Una tarde, la fina lluvia mojaba mi cara.
Sentí el calor de tu mano entre la mía, era invierno.
Esa tarde tu pelo mojado quedó enredado entre mis dedos.
Aquella tarde deje que el tiempo volara.
Y te dejé marchar dejando aquellos besos atrás...
y mis labios besaron tus labios húmedos
y mis brazos te abrazaron por última vez.
Recuerdo aquel momento en que mis manos rodearon tu cintura
y escondí mi cara en tu pecho,
como si así pudiera detenerte, como si fuera a cambiar las cosas.
Y te susurre suplicándote mil veces que no te fueras, que te quedaras conmigo y que me protegieras del frio del invierno y que viéramos florecer juntos la primavera y ahora estamos juntos de nuevo, supongo que por causas del destino… no eres un sueño eres REAL”
Me repetí la última frase mil veces, sin creérmelo.
Me acordé del sueño de esa noche… su nombre rodeando mi cama.
-Ya hemos llegado, Daniela- se pasó su dedo índice por los labios, pensativo.- ¿Te importa que te llame, Dani?- Cómo sabia que me gustaba que me llamaran así.
-No, en absoluto.
-Genial.- sonrió.- Espérame aquí, voy a ver si encuentro un sitio para aparcar.
Bajé del coche y le vi alejarse con él, en busca de un sitio donde aparcar su todoterreno.
No pasaron ni dos minutos, y ya había vuelto donde yo estaba con su mochila colgada únicamente de un hombro y sonriendo, solo entonces me di cuenta de lo alto que era. Me puso una mano en la espalda para que empezara a caminar.
Atravesamos el patio hasta llegar a la puerta.
-Eres nueva aquí, ¿no? Nunca te había visto.
-Sí, bueno. Acabo de mudarme con mi madre.- agaché la cabeza, mi expresión se tornó algo triste. Volví la vista hacia él con los ojos brillantes y sonreí.- No conozco esto así que me estaba preguntando si tú querías mostrármelo un poco.- volví la mirada hacia su rostro y volví a sonreírle.
-Claro que si, aunque las clases están a punto de comenzar, ¿quieres que te lleve a tu clase y luego te paso a buscar para hacerte una visita guiada?
-Mmmm… suena genial.-le contesté sonriendo.- Mi clase es la de 2º B.
-Que bien, no me costará mucho pasarte a buscar.-rió.
-¿Porqué?- me quedé parada sin acabar de entender porqué reía, pero estaba increíblemente guapo cuando lo hacía.
-Porque vamos a la misma.
-¡A genial!- yo también reí.
Seguimos caminando hacía las escaleras que llevaban al segundo piso, dónde se encontraba 2ºB, mientras hablábamos y compartíamos sonrisas e historias de nuestras vidas.
-¿Sabes qué? Estoy seguro de que lo vamos a pasar genial, tu y yo.
Sonreí como respuesta de que estaba totalmente de acuerdo. Subimos las escaleras en busca de nuestra clase. Nos detuvimos justo delante de la puerta. Él me dio los honores de abrirla. Llamamos a la puerta y entramos, la clase ya había empezado. Ladeé la cabeza y busqué dos sitios libres para Pablo y para mí.
Tras pedirle permiso al profesor para pasar, conduje a Pablo de la mano hasta la mesa supongo que por miedo a perderlo por el camino, con la atenta mirada de mis compañeros siguiéndonos.
Nos sentamos y me coloqué la mochila en el regazo, empecé a sacar una libreta dónde tomar apuntes y el estuche. No iba a ser muy fácil concentrarse en clase, con el chico de mis sueños al lado… un chico normal, no de esos a los que las chicas bobas no les quitan el ojo de encima, salvo por sus ojos, sus brillantes ojos grises.
El primer día, parecía que todos querían conocerme, me interrogaban entre clase y clase hasta que venía Pablo y de la mano me arrastraba con él a una esquina.
-¿Qué te parece si después del instituto te invito a comer? Así nos conocemos más y eso, además te debo una por lo de esta mañana.
Volvió a sonreír, parecía feliz y dispuesto a pasar conmigo todo el rato posible, poniendo como escusa el accidente. Eso también hacia que yo lo estuviera, puesto que estar con él era lo que más me apetecía.
En clase pude ver que uno de los chicos no me quitaba la vista de encima, se llamaba Carlos y parecía interesarle mucho, no paraba de sonreírme. Al acabar la clase me cogió del brazo y me preguntó que si tenía que hacer algo esa noche, que celebraban una fiesta de principio de curso y que era una buena oportunidad para conocer a la gente nueva.
-Mmmm, no sé tendré que consultárselo a mi tan apretada agenda.- dije con tono irónico. La hojeé y leí lo que tenia que hacer esa noche- Lo tengo libre, espera un momento.
Me  acerqué a Pablo que nos miraba desde su mesa con la cabeza baja, cuando me acerqué se puso tenso y me miró.
-¿Qué pasa?-me preguntó.
-Carlos me ha invitado a una fiesta esta noche.
-Ah-suspiró.-vale.-agachó la cabeza.
-¿Quieres venir?
Levantó la vista y me miró.
-¿Vas a ir tú?-me preguntó. Yo afirmé con un, ¿Por qué no?- Entonces iré, hay mucho lobo feroz por ahí suelto intentando atrapar presas nuevas, alguien deberá salvarte de sus garras.
-¿Me salvarás o intentaras ponérmela tú también?- le pregunté riendo, el se puso rojo.- Que es broma, tonto. Anda, vámonos que tenemos que pasar por el taller. Y luego debes invitarme a comer, recuérdalo.- entonces recordé en que no había avisado a mi madre. Tecleé su número en el móvil y esperé a que lo cogiera.