Después del instituto me enseñó la
ciudad y llevamos la moto a un taller dónde le conocían, luego fuimos a su
restaurante preferido a comer. Luego de comer, lo llevé a mi casa a que me
ayudara a decidirme por la ropa de esa noche.
-Hola mamá, traigo a un amigo.-le
dije arrastrando a Pablo de la mano sin parar.
-¡Oh! Muy bien, cariño.
-Hola.-saludó Pablo con su perfecta
sonrisa.
Paré en los pies de la escalera y
me dirigí a mi madre sin soltar la mano de Pablo.
-Por cierto, mamá, esta noche nos
han invitado a una fiesta.
-Está bien, no te esperaré
despierta.-sonrió. Mi madre capta las indirectas al instante.
Entramos en mi habitación y cerré
la puerta. Abrí mi vestidor y rebusqué algo que ponerme mientras él se
acomodaba sobre mi cama.
-¿Qué puedo ponerme esta noche?-le
pregunté volviéndome hacia él. Su mirada paraba en un vestido blanco. Lo saqué
para que lo viera mejor.- ¿Este?
Tardó en contestar. Estaba atónito,
reaccionó un momento y me contestó:
-Sí, me gusta mucho.
-¿Quieres que me lo pruebe?
Él se encogió de hombros.
-Voy al baño un segundo, ahora
vuelvo.
Cerré la puerta del baño temblando
por aquella mirada que me seguía a todas partes, aquel vestido… hacía mucho
tiempo que no me lo ponía, la última vez que me lo puse fue en uno de esos
sueños.
Me desabroché los vaqueros y dejé
que estos cayeran deslizándose por mis finas piernas, después me quité la blusa
y me observé en el espejo. Desde el otro lado me miraba una chica segura,
decidida y dispuesta a lo que hiciera falta esa noche para conseguir al chico
de sus sueños pero no quería ir deprisa con él, no me arriesgaría a perderle y
tampoco quería parecer una desesperada.
Dejé de contemplarme cuando
llamaron a la puerta, pensé que sería Pablo.
-Cariño, ¿estás ya?- era mi madre.
-¡Un segundo!
Me puse el vestido a toda prisa y
salí a mi cuarto, no había ni rastro de Pablo y empecé a pensar que aquel día
había sido otro de mis sueños, pero no. Cuando mi madre vio que le buscaba con
la mirada me dijo:
-Se ha marchado hace un rato, dice
que tenía prisa, y que quería que te dijera que te pasará a buscar sobre las
22h y que te queda muy bien el vestido blanco. Por cierto, muy majete tu amigo.
Pablo, ¿verdad?-preguntó recordando su nombre.
Noté un cosquilleo en el estomago,
la mariposa que dormía en mi interior, quizás se había despertado y agitaba sus
alas con fuerza. Aquello solo me dejó una prueba más de que no estaba
equivocada, de que le había encontrado y el a mí.
Cuando mi madre se fue de mi
cuarto, me tumbé sobre mi cama, mirando el techo y pensando en él. Respiré
profundamente.
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