Hablar con él me daba paz y
tranquilidad, un no sé que en la barriga.
Después de lo de aquella mañana
veía el mundo algo distinto y empezaba a entender ciertas cosas…
Estaba segura que las cicatrices de
su espalda tienen algo que ver con mis sueños.
Que el comportamiento de Carlos no es normal, y su ardor en sus marrones
ojos clavándose en los fríos ojos grises de Pablo, me da la sensación de que se
conocen de mucho antes de todo, antes de que yo llegara, antes de mis sueños.
-¿Dani? ¿Sigues ahí?
Al escuchar su voz, recordé que me
esperaba al otro lado del teléfono.
-Perdona, estaba… distraída.
-Si quieres hablamos más tarde…
-No, aún no me has dicho como te
encuentras, te dejé bastante mal.
-No me habías dejado mal, pero sí
que me encuentro mejor.- Sonreí y supe que el también lo hacía.- Hablamos más
tarde, ¿vale? Tengo que darle de comer a Tulán.
-Vale, hasta luego…
Los dos nos quedamos sin saber que
decir. El me había dicho que me quería ya varias veces, con indirectas o sin
ellas, tal vez esperaba a que yo se lo devolviera. Pero aún así creí que era
muy pronto para todo aquello. El balbuceó algo al otro lado.
-Adiós, Pablo.
Y colgué. Me apoyé en la pared y me
dejé caer hasta sentarme en el suelo.
Empecé, entonces, a envolverme de
nuevo en mis pensamientos, esperaba que Carlos no hubiera ido a su casa y le
hubiera hecho algo, y lo peor, que Pablo no me lo hubiera contado por no
preocuparme. La duda me inquietaba así que salí de casa y anduve por las
calles, sola, pensando en todo y en nada, en el porqué de todo aquello.
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