Un trueno y empezó a llover. No sé
porqué pero de repente me cubrió una tristeza y empecé a sentir que todo
desaparecía, pero Carlos seguía frente a mí, intentando matarme con cada uno de
sus ataques.
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Aquella tristeza me debilitó, pero
también me dio fuerzas para seguir luchando.
-¿Qué hará tu pobre Daniela cuando
no estés?- preguntó expresando una pena irónica.
-Seguiré protegiéndola en sueños,
aunque sea para que tú no entres en ellos, para que no tenga pesadillas.
Cada trueno era una punzada de
dolor, cada destello una señal de que el final estaba cerca. Caí al suelo de
rodillas y me abracé a la altura del pecho.
Pero no debía dejar que el final
llegase. Debía levantarme y seguir luchando, por Daniela, por mis padres, por
el mundo, por mí.
“Pase lo que pase nunca te rindas”
me repetía una y otra vez aquella frase que una vez me dijo mi padre cuando, yo
sentado sobre sus piernas, me sentía más pequeño y seguro. Fue entonces cuando
me explicaron la misión de mi vida.
Cerré los ojos con fuerza y dejé
escapar un grito de ira.
Daniela
Escuché un grito lejano. Fue un
grito de desesperación, pero aquella voz… aquella voz resultaba agradable a mis
sentidos. Cerré los ojos y me dejé llevar por su eco.
Empecé a correr, no sé hacia donde,
sólo sabía que debía de llegar a él y descubrir que era lo que pasaba. Cuando
sentí que estaba cerca empecé a gritar su nombre. Me daba igual la gente, me
daba igual si pensaban que estaba loca.
Pablo
Escuché mi nombre. Su voz
llamándome. Miré a Carlos, él también estaba algo sorprendido. Se asomó al
borde de la azotea.
-Mira quién te llama.- señaló a la
calle.
Me asomé más al borde y la vi.
Gritándome con todo su potencial. Llamándome desesperadamente. Lloraba, lo
sabía. Llevaba puesto un short y una blusa azul que se le pegaba al cuerpo a
causa del viento. No sé cuanto rato estuve mirándola, bajo mis pies. Estaba tan
cerca… que sentí ganas de llamarla, pero eso solo le causaría mal. No iba a
dejar que le pasara nada.
-Dani…-susurré de cuclillas alzando
mi brazo derecho, con la mano extendida, como si así pudiera tocarla.
Una suave brisa me acarició la
cara. Observé cómo ésta hacia que la melena de Daniela se agitara mientras ella
seguía gritando mi nombre. Cerré los ojos y vi pasar millones de imágenes en mi
cabeza. Recuerdos compartidos con ella.
-¿Qué vas a hacer? ¿Vas a rendirte
e irte con ella o vas a seguir luchando?
Sentado en el suelo cubrí mi cara
con mis manos. Me levanté, y cerré los puños. Había tomado una decisión.
“Lo siento Dani”
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