miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 12 Pablo


Un trueno y empezó a llover. No sé porqué pero de repente me cubrió una tristeza y empecé a sentir que todo desaparecía, pero Carlos seguía frente a mí, intentando matarme con cada uno de sus ataques.
Aquella tristeza me debilitó, pero también me dio fuerzas para seguir luchando.
-¿Qué hará tu pobre Daniela cuando no estés?- preguntó expresando una pena irónica.
-Seguiré protegiéndola en sueños, aunque sea para que tú no entres en ellos, para que no tenga pesadillas.
Cada trueno era una punzada de dolor, cada destello una señal de que el final estaba cerca. Caí al suelo de rodillas y me abracé a la altura del pecho.
Pero no debía dejar que el final llegase. Debía levantarme y seguir luchando, por Daniela, por mis padres, por el mundo, por mí.
“Pase lo que pase nunca te rindas” me repetía una y otra vez aquella frase que una vez me dijo mi padre cuando, yo sentado sobre sus piernas, me sentía más pequeño y seguro. Fue entonces cuando me explicaron la misión de mi vida.
Cerré los ojos con fuerza y dejé escapar un grito de ira.
Daniela
Escuché un grito lejano. Fue un grito de desesperación, pero aquella voz… aquella voz resultaba agradable a mis sentidos. Cerré los ojos y me dejé llevar por su eco.
Empecé a correr, no sé hacia donde, sólo sabía que debía de llegar a él y descubrir que era lo que pasaba. Cuando sentí que estaba cerca empecé a gritar su nombre. Me daba igual la gente, me daba igual si pensaban que estaba loca.
Pablo
Escuché mi nombre. Su voz llamándome. Miré a Carlos, él también estaba algo sorprendido. Se asomó al borde de la azotea.
-Mira quién te llama.- señaló a la calle.
Me asomé más al borde y la vi. Gritándome con todo su potencial. Llamándome desesperadamente. Lloraba, lo sabía. Llevaba puesto un short y una blusa azul que se le pegaba al cuerpo a causa del viento. No sé cuanto rato estuve mirándola, bajo mis pies. Estaba tan cerca… que sentí ganas de llamarla, pero eso solo le causaría mal. No iba a dejar que le pasara nada.
-Dani…-susurré de cuclillas alzando mi brazo derecho, con la mano extendida, como si así pudiera tocarla.
Una suave brisa me acarició la cara. Observé cómo ésta hacia que la melena de Daniela se agitara mientras ella seguía gritando mi nombre. Cerré los ojos y vi pasar millones de imágenes en mi cabeza. Recuerdos compartidos con ella.
-¿Qué vas a hacer? ¿Vas a rendirte e irte con ella o vas a seguir luchando?
Sentado en el suelo cubrí mi cara con mis manos. Me levanté, y cerré los puños. Había tomado una decisión.
“Lo siento Dani”

No hay comentarios:

Publicar un comentario