Aquella noche dejé que descubriera
mi verdadera identidad. Pero noté cierta confusión en su mirada, como si no
recordara bien quién era yo. Sin embargo, no se sorprendió al contemplar mis
alas, replegadas contra mi cuerpo. La miré por encima del hombro, algo
disgustado. Ella me devolvió la mirada y volvió a echarse a atrás, se cubrió
con las sabanas, apoyó la cabeza en la almohada, estuvo mirándome, con el ceño fruncido,
durante un buen rato pero finalmente sus párpados cayeron en otro sueño.
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Miré hacia la ventana, la gran luna
llena iluminaba todo su cuarto. Me dirigí hacía la chica y la besé en la
frente.
-Buenas noches, Daniela.-me acerqué
a su oído y susurré.- no olvides quien soy, no olvides que te quiero.
Me dirigí a la ventana y me quedé
unos segundos mirando como dormía, contemplándola con dulzura.
Sonreí porque a pesar de haber
discutido aquella mañana, estaba allí, con el privilegio de verla dormir.
Luego me puse de cuclillas en el
replano de la ventana, desplegué mis alas y despegué.
Carlos
Lo vi salir de la habitación de la
chica. No me vio.
Parecía estar muy enamorado de ella
y eso me ayudó a pensar en un plan. ¿Cuándo sería nuestro segundo encuentro?
Estaba seguro que sería pronto, solo tenía que esperar a que todo fuese según
lo planeado. El tiempo lo hará todo.
Sonreí.
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