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Abrí
los ojos lentamente, rodeada por un olor que me resultaba muy familiar. Noté el
asfalto bajo mi espalda ardiente y un suave dolor en la cabeza. Empecé a ver
algo. Una silueta delante de mí, mirándome con atención con su cara a escasos
centímetros de la mía. Me incorporé.
-Ya
has despertado, que susto me has dado, perdonam…- no acabó la frase, se quedó
mirándome a los ojos fijamente, entre cerrándolos, como si lo que hubiera visto
fuera algo extraño.
Aquel
chico… lo había visto antes en alguna parte aunque no recordaba donde. Serio
aparentaba más años de los que en realidad tendría. Parpadeé varias veces y me
llevé la mano a la cabeza, al hacerlo gemí.
-¿Qué
ha pasado?-pregunté sin darle importancia a su reacción.
-Pues
yo… tú, en fin que no te vi y te arroyé, lo siento… - se notaba a kilómetros que el chico estaba nervioso. Tartamudeaba y hablaba bastante deprisa. Me
colocó una mano sobre el hombro.- ¿Estás bien, de verdad? Si no, puedo llevarte
al hospital.
-Estoy
bien, gracias.- Él me tendió una mano par ayudar a levantarme pero preferí
hacerlo sola. Me levanté del suelo y me tambaleé un poco. Él me sujetó del
brazo para evitar que cayera. Vi mi moto sobre el asfalto. Llevaba un enorme
bollo en el lateral derecho.- ¿Podrías llevarme al instituto?- dije volviendo
la mirada hacia él pensando en el pastón que me iba a costar arreglar aquello.
-Sí,
claro si yo también iba… pero…- parecía disgustado. Yo le miré a los ojos.
-Hey,
tranquilo, estoy bien.- traté de tranquilizarlo.
-Es
que no sé en qué estaría pensando… nunca me había pasado esto y…- levantó una
mano hacia la moto y rebufó. Hizo una pausa. Cerró los ojos, tomó aire y volvió
a hablar-… escucha, llevaré tu moto al taller y yo me ocupo de pagar los gastos,
así al menos no me sentiré tan culpable, ¿Trato hecho?
-
Está bien, trato hecho.- le contesté con una sonrisa, por una parte aliviada
por no tener que pagar el destrozo. El me la devolvió, su sonrisa le
rejuvenecía. Parecía más tranquilo y eso también me tranquilizaba a mí.
Cogimos
la moto a la vez y sin querer nuestras manos se rozaron. Nos miramos y
sonreímos nerviosamente. Era un desconocido, sí, pero me resultaba tan
agradable y extremadamente familiar... Subimos la moto al maletero y luego
ambos subimos a su coche, un Porsche Cayenne. En sus ojos claros había aún
cierta preocupación… aquellos ojos grises, aquella sonrisa… de pronto lo recordé,
como una imagen pasando por delante de mi mente, volando. Toda la vida viéndonos
en sueños y no le había reconocido. Me quedé embobada mirándole, sin creer que
fuera él. Intenté disimular, no quería que me pillara mirándole de aquella
manera, giré la cara hacia la ventana y sonreí para mí. Aquellos ojos, aquella
sonrisa y su olor, sin duda, le había encontrado. Fueron muchas las cosas que
me pasaron por la mente pero me quedé quieta, esperando a que el dijera algo,
sonriendo satisfactoriamente.
-Por
cierto, ¿Cómo te llamas?- me preguntó. Tardé en contestar y cuando lo hice le
contesté con otra pregunta.
-Por
casualidad, tú y yo no nos conocemos, ¿verdad? Es que me suena tu cara.
El
chico pisó el freno hasta el fondo, haciendo que las ruedas rechinaran en el
asfalto. Se escucharon los demás coches pitándole por detrás para que se
moviera. Él apartó el coche a un sitio que había a la derecha. Al pasar, los
demás coches, soltaron algunos insultos a los que él no les hizo caso.
-¿De
qué me conoces?- me preguntó. No sonreía, sin embargo se le notaba que iba a
hacerlo, sus comisuras le delataban y
sus ojos brillaban.
-No
sé, te habré confundido con otra persona. Me llamo Daniela.- contesté ensanchando
mi sonrisa.
-Encantado
pues, Daniela, yo soy Pablo. –su sonrisa se desvaneció decepcionado y volvió la
vista a la carretera con expresión de decepción.
-“Pablo…”-
pensé. Sí ese era su nombre.
“Una tarde, la fina lluvia mojaba mi cara.
Sentí el calor de tu mano entre la mía, era invierno.
Esa tarde tu pelo mojado quedó enredado entre mis dedos.
Aquella tarde deje que el tiempo volara.
Y te dejé marchar dejando aquellos besos atrás...
y mis labios besaron tus labios húmedos
y mis brazos te abrazaron por última vez.
Recuerdo aquel momento en que mis manos rodearon tu cintura
y escondí mi cara en tu pecho,
como si así pudiera detenerte, como si fuera a cambiar las cosas.
Y te susurre suplicándote mil veces que no te fueras, que te quedaras conmigo y que me protegieras del frio del invierno y que viéramos florecer juntos la primavera y ahora estamos juntos de nuevo, supongo que por causas del destino… no eres un sueño eres REAL”
Sentí el calor de tu mano entre la mía, era invierno.
Esa tarde tu pelo mojado quedó enredado entre mis dedos.
Aquella tarde deje que el tiempo volara.
Y te dejé marchar dejando aquellos besos atrás...
y mis labios besaron tus labios húmedos
y mis brazos te abrazaron por última vez.
Recuerdo aquel momento en que mis manos rodearon tu cintura
y escondí mi cara en tu pecho,
como si así pudiera detenerte, como si fuera a cambiar las cosas.
Y te susurre suplicándote mil veces que no te fueras, que te quedaras conmigo y que me protegieras del frio del invierno y que viéramos florecer juntos la primavera y ahora estamos juntos de nuevo, supongo que por causas del destino… no eres un sueño eres REAL”
Me
repetí la última frase mil veces, sin creérmelo.
Me
acordé del sueño de esa noche… su nombre rodeando mi cama.
-Ya
hemos llegado, Daniela- se pasó su dedo índice por los labios, pensativo.- ¿Te
importa que te llame, Dani?- Cómo sabia que me gustaba que me llamaran así.
-No,
en absoluto.
-Genial.-
sonrió.- Espérame aquí, voy a ver si encuentro un sitio para aparcar.
Bajé
del coche y le vi alejarse con él, en busca de un sitio donde aparcar su
todoterreno.
No
pasaron ni dos minutos, y ya había vuelto donde yo estaba con su mochila
colgada únicamente de un hombro y sonriendo, solo entonces me di cuenta de lo
alto que era. Me puso una mano en la espalda para que empezara a caminar.
Atravesamos
el patio hasta llegar a la puerta.
-Eres
nueva aquí, ¿no? Nunca te había visto.
-Sí,
bueno. Acabo de mudarme con mi madre.- agaché la cabeza, mi expresión se tornó
algo triste. Volví la vista hacia él con los ojos brillantes y sonreí.- No
conozco esto así que me estaba preguntando si tú querías mostrármelo un poco.-
volví la mirada hacia su rostro y volví a sonreírle.
-Claro
que si, aunque las clases están a punto de comenzar, ¿quieres que te lleve a tu
clase y luego te paso a buscar para hacerte una visita guiada?
-Mmmm…
suena genial.-le contesté sonriendo.- Mi clase es la de 2º B.
-Que
bien, no me costará mucho pasarte a buscar.-rió.
-¿Porqué?-
me quedé parada sin acabar de entender porqué reía, pero estaba increíblemente
guapo cuando lo hacía.
-Porque
vamos a la misma.
-¡A
genial!- yo también reí.
Seguimos
caminando hacía las escaleras que llevaban al segundo piso, dónde se encontraba
2ºB, mientras hablábamos y compartíamos sonrisas e historias de nuestras vidas.
-¿Sabes
qué? Estoy seguro de que lo vamos a pasar genial, tu y yo.
Sonreí
como respuesta de que estaba totalmente de acuerdo. Subimos las escaleras en
busca de nuestra clase. Nos detuvimos justo delante de la puerta. Él me dio los
honores de abrirla. Llamamos a la puerta y entramos, la clase ya había
empezado. Ladeé la cabeza y busqué dos sitios libres para Pablo y para mí.
Tras
pedirle permiso al profesor para pasar, conduje a Pablo de la mano hasta la
mesa supongo que por miedo a perderlo por el camino, con la atenta mirada de
mis compañeros siguiéndonos.
Nos
sentamos y me coloqué la mochila en el regazo, empecé a sacar una libreta dónde
tomar apuntes y el estuche. No iba a ser muy fácil concentrarse en clase, con
el chico de mis sueños al lado… un chico normal, no de esos a los que las
chicas bobas no les quitan el ojo de encima, salvo por sus ojos, sus brillantes
ojos grises.
El
primer día, parecía que todos querían conocerme, me interrogaban entre clase y
clase hasta que venía Pablo y de la mano me arrastraba con él a una esquina.
-¿Qué
te parece si después del instituto te invito a comer? Así nos conocemos más y
eso, además te debo una por lo de esta mañana.
Volvió
a sonreír, parecía feliz y dispuesto a pasar conmigo todo el rato posible,
poniendo como escusa el accidente. Eso también hacia que yo lo estuviera,
puesto que estar con él era lo que más me apetecía.
En
clase pude ver que uno de los chicos no me quitaba la vista de encima, se
llamaba Carlos y parecía interesarle mucho, no paraba de sonreírme. Al acabar
la clase me cogió del brazo y me preguntó que si tenía que hacer algo esa
noche, que celebraban una fiesta de principio de curso y que era una buena
oportunidad para conocer a la gente nueva.
-Mmmm,
no sé tendré que consultárselo a mi tan apretada agenda.- dije con tono
irónico. La hojeé y leí lo que tenia que hacer esa noche- Lo tengo libre,
espera un momento.
Me acerqué a Pablo que nos miraba desde su mesa
con la cabeza baja, cuando me acerqué se puso tenso y me miró.
-¿Qué
pasa?-me preguntó.
-Carlos
me ha invitado a una fiesta esta noche.
-Ah-suspiró.-vale.-agachó
la cabeza.
-¿Quieres
venir?
Levantó
la vista y me miró.
-¿Vas
a ir tú?-me preguntó. Yo afirmé con un, ¿Por qué no?- Entonces iré, hay mucho
lobo feroz por ahí suelto intentando atrapar presas nuevas, alguien deberá
salvarte de sus garras.
-¿Me
salvarás o intentaras ponérmela tú también?- le pregunté riendo, el se puso
rojo.- Que es broma, tonto. Anda, vámonos que tenemos que pasar por el taller.
Y luego debes invitarme a comer, recuérdalo.- entonces recordé en que no había
avisado a mi madre. Tecleé su número en el móvil y esperé a que lo cogiera.
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