miércoles, 23 de enero de 2013

Capitulo 2 Daniela



Abrí los ojos lentamente, rodeada por un olor que me resultaba muy familiar. Noté el asfalto bajo mi espalda ardiente y un suave dolor en la cabeza. Empecé a ver algo. Una silueta delante de mí, mirándome con atención con su cara a escasos centímetros de la mía. Me incorporé.
-Ya has despertado, que susto me has dado, perdonam…- no acabó la frase, se quedó mirándome a los ojos fijamente, entre cerrándolos, como si lo que hubiera visto fuera algo extraño.
Aquel chico… lo había visto antes en alguna parte aunque no recordaba donde. Serio aparentaba más años de los que en realidad tendría. Parpadeé varias veces y me llevé la mano a la cabeza, al hacerlo gemí.
-¿Qué ha pasado?-pregunté sin darle importancia a su reacción.
-Pues yo… tú, en fin que no te vi y te arroyé, lo siento… - se notaba a kilómetros que el chico estaba nervioso. Tartamudeaba y hablaba bastante deprisa. Me colocó una mano sobre el hombro.- ¿Estás bien, de verdad? Si no, puedo llevarte al hospital.
-Estoy bien, gracias.- Él me tendió una mano par ayudar a levantarme pero preferí hacerlo sola. Me levanté del suelo y me tambaleé un poco. Él me sujetó del brazo para evitar que cayera. Vi mi moto sobre el asfalto. Llevaba un enorme bollo en el lateral derecho.- ¿Podrías llevarme al instituto?- dije volviendo la mirada hacia él pensando en el pastón que me iba a costar arreglar aquello.
-Sí, claro si yo también iba… pero…- parecía disgustado. Yo le miré a los ojos.
-Hey, tranquilo, estoy bien.- traté de tranquilizarlo.
-Es que no sé en qué estaría pensando… nunca me había pasado esto y…- levantó una mano hacia la moto y rebufó. Hizo una pausa. Cerró los ojos, tomó aire y volvió a hablar-… escucha, llevaré tu moto al taller y yo me ocupo de pagar los gastos, así al menos no me sentiré tan culpable, ¿Trato hecho?
- Está bien, trato hecho.- le contesté con una sonrisa, por una parte aliviada por no tener que pagar el destrozo. El me la devolvió, su sonrisa le rejuvenecía. Parecía más tranquilo y eso también me tranquilizaba a mí.
Cogimos la moto a la vez y sin querer nuestras manos se rozaron. Nos miramos y sonreímos nerviosamente. Era un desconocido, sí, pero me resultaba tan agradable y extremadamente familiar... Subimos la moto al maletero y luego ambos subimos a su coche, un Porsche Cayenne. En sus ojos claros había aún cierta preocupación… aquellos ojos grises, aquella sonrisa… de pronto lo recordé, como una imagen pasando por delante de mi mente, volando. Toda la vida viéndonos en sueños y no le había reconocido. Me quedé embobada mirándole, sin creer que fuera él. Intenté disimular, no quería que me pillara mirándole de aquella manera, giré la cara hacia la ventana y sonreí para mí. Aquellos ojos, aquella sonrisa y su olor, sin duda, le había encontrado. Fueron muchas las cosas que me pasaron por la mente pero me quedé quieta, esperando a que el dijera algo, sonriendo satisfactoriamente.
-Por cierto, ¿Cómo te llamas?- me preguntó. Tardé en contestar y cuando lo hice le contesté con otra pregunta.
-Por casualidad, tú y yo no nos conocemos, ¿verdad? Es que me suena tu cara.
El chico pisó el freno hasta el fondo, haciendo que las ruedas rechinaran en el asfalto. Se escucharon los demás coches pitándole por detrás para que se moviera. Él apartó el coche a un sitio que había a la derecha. Al pasar, los demás coches, soltaron algunos insultos a los que él no les hizo caso.
-¿De qué me conoces?- me preguntó. No sonreía, sin embargo se le notaba que iba a hacerlo, sus comisuras le delataban  y sus ojos brillaban.
-No sé, te habré confundido con otra persona. Me llamo Daniela.- contesté ensanchando mi sonrisa.
-Encantado pues, Daniela, yo soy Pablo. –su sonrisa se desvaneció decepcionado y volvió la vista a la carretera con expresión de decepción.
-“Pablo…”- pensé. Sí ese era su nombre.
“Una tarde, la fina lluvia mojaba mi cara.
Sentí el calor de tu mano entre la mía, era invierno.
Esa tarde tu pelo mojado quedó enredado entre mis dedos.
Aquella tarde deje que el tiempo volara.
Y te dejé marchar dejando aquellos besos atrás...
y mis labios besaron tus labios húmedos
y mis brazos te abrazaron por última vez.
Recuerdo aquel momento en que mis manos rodearon tu cintura
y escondí mi cara en tu pecho,
como si así pudiera detenerte, como si fuera a cambiar las cosas.
Y te susurre suplicándote mil veces que no te fueras, que te quedaras conmigo y que me protegieras del frio del invierno y que viéramos florecer juntos la primavera y ahora estamos juntos de nuevo, supongo que por causas del destino… no eres un sueño eres REAL”
Me repetí la última frase mil veces, sin creérmelo.
Me acordé del sueño de esa noche… su nombre rodeando mi cama.
-Ya hemos llegado, Daniela- se pasó su dedo índice por los labios, pensativo.- ¿Te importa que te llame, Dani?- Cómo sabia que me gustaba que me llamaran así.
-No, en absoluto.
-Genial.- sonrió.- Espérame aquí, voy a ver si encuentro un sitio para aparcar.
Bajé del coche y le vi alejarse con él, en busca de un sitio donde aparcar su todoterreno.
No pasaron ni dos minutos, y ya había vuelto donde yo estaba con su mochila colgada únicamente de un hombro y sonriendo, solo entonces me di cuenta de lo alto que era. Me puso una mano en la espalda para que empezara a caminar.
Atravesamos el patio hasta llegar a la puerta.
-Eres nueva aquí, ¿no? Nunca te había visto.
-Sí, bueno. Acabo de mudarme con mi madre.- agaché la cabeza, mi expresión se tornó algo triste. Volví la vista hacia él con los ojos brillantes y sonreí.- No conozco esto así que me estaba preguntando si tú querías mostrármelo un poco.- volví la mirada hacia su rostro y volví a sonreírle.
-Claro que si, aunque las clases están a punto de comenzar, ¿quieres que te lleve a tu clase y luego te paso a buscar para hacerte una visita guiada?
-Mmmm… suena genial.-le contesté sonriendo.- Mi clase es la de 2º B.
-Que bien, no me costará mucho pasarte a buscar.-rió.
-¿Porqué?- me quedé parada sin acabar de entender porqué reía, pero estaba increíblemente guapo cuando lo hacía.
-Porque vamos a la misma.
-¡A genial!- yo también reí.
Seguimos caminando hacía las escaleras que llevaban al segundo piso, dónde se encontraba 2ºB, mientras hablábamos y compartíamos sonrisas e historias de nuestras vidas.
-¿Sabes qué? Estoy seguro de que lo vamos a pasar genial, tu y yo.
Sonreí como respuesta de que estaba totalmente de acuerdo. Subimos las escaleras en busca de nuestra clase. Nos detuvimos justo delante de la puerta. Él me dio los honores de abrirla. Llamamos a la puerta y entramos, la clase ya había empezado. Ladeé la cabeza y busqué dos sitios libres para Pablo y para mí.
Tras pedirle permiso al profesor para pasar, conduje a Pablo de la mano hasta la mesa supongo que por miedo a perderlo por el camino, con la atenta mirada de mis compañeros siguiéndonos.
Nos sentamos y me coloqué la mochila en el regazo, empecé a sacar una libreta dónde tomar apuntes y el estuche. No iba a ser muy fácil concentrarse en clase, con el chico de mis sueños al lado… un chico normal, no de esos a los que las chicas bobas no les quitan el ojo de encima, salvo por sus ojos, sus brillantes ojos grises.
El primer día, parecía que todos querían conocerme, me interrogaban entre clase y clase hasta que venía Pablo y de la mano me arrastraba con él a una esquina.
-¿Qué te parece si después del instituto te invito a comer? Así nos conocemos más y eso, además te debo una por lo de esta mañana.
Volvió a sonreír, parecía feliz y dispuesto a pasar conmigo todo el rato posible, poniendo como escusa el accidente. Eso también hacia que yo lo estuviera, puesto que estar con él era lo que más me apetecía.
En clase pude ver que uno de los chicos no me quitaba la vista de encima, se llamaba Carlos y parecía interesarle mucho, no paraba de sonreírme. Al acabar la clase me cogió del brazo y me preguntó que si tenía que hacer algo esa noche, que celebraban una fiesta de principio de curso y que era una buena oportunidad para conocer a la gente nueva.
-Mmmm, no sé tendré que consultárselo a mi tan apretada agenda.- dije con tono irónico. La hojeé y leí lo que tenia que hacer esa noche- Lo tengo libre, espera un momento.
Me  acerqué a Pablo que nos miraba desde su mesa con la cabeza baja, cuando me acerqué se puso tenso y me miró.
-¿Qué pasa?-me preguntó.
-Carlos me ha invitado a una fiesta esta noche.
-Ah-suspiró.-vale.-agachó la cabeza.
-¿Quieres venir?
Levantó la vista y me miró.
-¿Vas a ir tú?-me preguntó. Yo afirmé con un, ¿Por qué no?- Entonces iré, hay mucho lobo feroz por ahí suelto intentando atrapar presas nuevas, alguien deberá salvarte de sus garras.
-¿Me salvarás o intentaras ponérmela tú también?- le pregunté riendo, el se puso rojo.- Que es broma, tonto. Anda, vámonos que tenemos que pasar por el taller. Y luego debes invitarme a comer, recuérdalo.- entonces recordé en que no había avisado a mi madre. Tecleé su número en el móvil y esperé a que lo cogiera.

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