Salí de su casa, no sin antes
decirle a su madre que pasaría a buscar a su hija a las 22h. Subí al coche y lo
puse en marcha, me quedé un momento allí, pensando, recordando a aquella chica,
a la que conocía desde pequeño. Daniela, se llamaba. Llevaba un vestido blanco,
precioso. Sus largos tirabuzones le caían por la espalda. Sus ojos oscuros me
miraban y me mostraban su interior. Desde esa mañana cuando ella abrió los
ojos, supe que era ella, y ella sabía que era yo, tenía que saberlo.
No me di ni cuenta y ya estaba en
la puerta de mi casa. El tiempo volaba pensando en su mirada. Apagué el coche y
subí a mi piso. Di la luz y me quedé estupefacto. El suelo estaba hecho un
asco, y entonces vi la huella del culpable de todo aquello. Mi pastor belga,
Tulán estaba escondido bajo mi cama, asustado porque lo había encontrado, con
las orejas hacia atrás avergonzado de lo que había hecho.
-Sal de ahí, hombre.-El perro
salió.-Que voy a hacer contigo, a partir de ahora te quedaras en la terraza.-
Tulán me miraba con esos ojos brillantes llenos de pena. Tan solo tenía 6 meses-
Tranquilo, chico, vamos a limpiar esto, esta noche puede que tenga visita.
Limpié toda la casa y seguidamente
me duché. Cuando salí de la ducha eran las 21:45. Había quedado con Daniela a
las 22h.
Corrí a mi cuarto derrapando en
cada esquina. Abrí mi armario y cogí un pantalón vaquero y un polo a rayas que
me puse mientras corría hacia el baño. Me peiné con los dedos y me eché algo de
colonia y gomina.
Antes de irme miré a Tulán, que
estaba sentado mirándome con sus enormes ojos brillantes.
-Pórtate bien, ¿vale? No te comas
la basura, ni re gires en mis cajones ni te mees en la alfombra, ¿esta hecho?
Acto seguido cerré la puerta y
Tulán aulló. Lo mandé callar y bajé.
Daniela
Había salido de la ducha. El pelo
empapado me mojaba la espalda. Me senté en el váter con la toalla todavía
enrollada bajo mis axilas. Me puse crema hidratante que olía a vainilla y me
quedé inmóvil frente al espejo, perdida en el propio olor que yo misma
desprendía. Me sequé el pelo con el secador y luego me dirigí a mi cuarto para
vestirme y me maquillé un poco.
Pablo
Cuando paré delante de casa de
Daniela eran las 21:58. Estuve observando su silueta a través de su ventana.
Esa chica… era increíble, capaz de hacerme sostener la sonrisa todo el rato,
capaz de hacerme recordar quién soy, capaz de hacerme saber que ella es mía y
que yo soy suyo. Volví la cabeza hacia la puerta cuando esta se abrió. No era
ella, era un ángel que había caído del cielo aquella misma mañana, un ángel que
arroyé con el coche, un ángel que podría haber perdido. Me golpeé la frente con
la mano. Me sonrió cuando me vio. Tragué saliva, sonreí y le saludé con la
mano. Cuando se acercó a mí le dije:
-Tenía razón, estas preciosa con
ese vestido.
-Gracias.-dijo alargando la s.
Rodeó mi Porsche Cayenne y se sentó
en el sitio del copiloto. La miré, llevaba pintada la raya de ojos por arriba y
por debajo de una manera que le quedaba realmente bien, también se había puesto
gloss.
Me miró.
-Tú también estás muy guapo, sabía
que te quedaba muy bien ese polo pero puesto del revés… no tenía ni idea.
Me miré las mangas del polo y sí,
con las prisas me lo había puesto del revés. Resoplé.
-Que suerte la mía.- no sabía qué
hacer, no podía ir así a la fiesta. Así que me decidí por ponérmela bien allí
mismo.
-¿Qué haces?-me preguntó cuando vio
que me lo quitaba.
-Ponérmelo bien, no pienso ir a la
fiesta con el polo al revés, se reirán de mi.
Ella soltó una carcajada.
-¿De qué te ríes?
-De lo apurado que estás.
Me lo quité y le di la vuelta.
Daniela
Le miré disimuladamente cuando se
quitó el polo. Respiró hondo, como si no estuviera a gusto en aquella
situación, sacudió la cabeza como un perro y se pasó la mano por su cabello
para peinarse. Tenía la piel morena, un bonito tono de piel que le resaltaba
con sus blancos dientes. Luego bajé la mirada a su torso desnudo pero la aparté
justo antes de que él se diera cuenta de que le había estado mirando.
Pablo
Antes de volvérmelo a poner la
volví a mirar. Su cabello caía sobre su espalda a tirabuzones perfectos. Su
vestido blanco resaltaba con su moreno y hacia juego con el blanco de sus
dientes, llevaba un colgante precioso que se perdía en su esco…
Ella tosió y me miró. Entonces
recordé que todavía no me había puesto el polo. Me lo puse.
-¿Así ya está bien?- le pregunté
alzando los brazos una vez me lo hube puesto.
-Está perfecto, Pablo.
Tragué saliva y arranqué el coche.
No dejaba de pensar en aquella palabra… “perfecto” ¿eso era lo que pensaba ella
de mi? ¿Qué yo era perfecto?
Se me dibujó una sonrisa tonta que
no pude borrar.
-Pablo…- yo hice un ruido para que
supiera que la escuchaba.- ¿Cómo sabias lo del vestido?
De nuevo di otro frenazo y me tensé
en el asiento, como si estuviera en una de esas bajadas de las montañas rusas
que se te corta hasta la respiración.
-Por lo mismo que tú pensabas que
nos conocíamos.-tartamudeé un poco.
-¿Y de qué me conoces?-me preguntó.
Vaya, me habían tocado las preguntas difíciles.
-Dani, se muchas cosas de ti… te he
seguido en sueños, te he buscado todas las noches, te conozco bien, se que te
chifla el chocolate, que te cuesta levantarte por las mañanas qué te gusta el
zumo y que odias la leche, sé que llevas mucho tiempo buscando a un chico. Un
chico que aparece en tus sueños todas las noches. Sé que soy yo, Dani. Soy yo
el chico que buscas y tú lo sabes.
Solté un suspiro. Ya está, ya se lo
había dicho todo, ahora el tiempo dirá si ella es la chica de mis sueños, si me
responde o se queda callada.
-Yo también tenga lo misma
sensación.- Me despegué del asiento y me humedecí los labios.
-Es que no es una sensación, Dani,
es que es real, estoy aquí, no hay sueños imposibles, conectamos en sueños, nos
conocemos y nos hacemos casi inseparables ya el mismo día. Ahora dime si eso no
es suficiente para creerlo. -Cogí su mano y la puse contra mi pecho- ¿Son
reales o no, mis latidos?
Me miró atenta. Volví a acelerar
centrando la vista en la carretera.
-¿Es una declaración?- preguntó con
una sonrisa al cabo de un rato.
-¡Sí!-exclamé.- Digo no.-reaccioné.
Daniela rió. Sabía que lo que
estaba haciendo realmente era algo parecido al ridículo y que ella lo
encontraba gracioso.
-No sé de
qué te ríes, Dani. Necesito saber qué piensas tú de esto.- me mojé los labios
con nerviosismo.
-Pienso que
te estás poniendo muy nervioso y que sí, que tienes razón. Llevo mucho tiempo
buscándote, no me había dado cuenta antes por el golpe en la cabeza.
-Sabes cómo
hacer que me sienta culpable.-ahora era yo el que sonreía.
Silencio.
Un silencio incómodo.
-Pablo, no
hubiera ido a esa fiesta si no supiera que ibas a venir conmigo. Eres la única
persona que conozco aquí.
-Sí… ya…-
me decepcioné de nuevo.- es verdad.
Tragué
saliva, volví a tensarme.
-No quiero
que pienses que es una broma. No sabes cuánto tiempo llevo esperándote.
-Pero,
¿Cómo puede ser que contactáramos en sueños?
Yo me
encogí de hombros con una sonrisa. Lo sabía, pero no quería que descubriera mi
secreto tan pronto.
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