Sentí de pronto una punzada en el
pecho. La pena se estaba convirtiendo en desesperación, añoranza de no sentirlo
tan cerca como en sueños. Cerré los ojos e intenté imaginármelo junto a mí,
sonriendo de aquella manera y mirándome con aquellos ojos que me llevaban al
infinito. Pero de nada sirvió, el chico de mis sueños no estaba allí, solo había
gente que pasaba con prisas, por la lluvia, empujándome. Caí al suelo. Pero no
me limité ni a levantarme. Hacia unos meses pasaba al revés, lo buscaba en mi
vida y no aparecía y ahora que sabía que existía intentaba buscarlo de nuevo en
sueños y por más que volviera a la realidad, el no estaba. Sollocé.
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Carlos
Pablo se levantó del suelo como si
fuera una pluma, tan delicado que daba asco.
Me miró y sus alas se extendieron.
Por primera vez pude ver la venganza en sus ojos, aquellos ojos que siempre
habían desprendido dulzura ahora se habían vuelto más oscuros y entrecerrados.
Bajó las cejas y supe que iba a seguir luchando.
Sonreí hacia un lado y dejé soltar
una risita. Aún me resultaba patético. Se acercó a mí y sus labios se
despegaron dispuestos a hablar.
-Voy a luchar.-me dijo. Volví a
reírme.- A MUERTE.
Su rostro se volvió más rojo.
Apretaba los puños y los dientes, lo cual me hizo saber que aún contenía rabia.
De pronto saltó, y lo hizo tan
deprisa que no supe donde se encontraba en cada segundo.
Resplandeció el cielo y me derribó
un relámpago.
Pablo
Pensaba en cada segundo todo el
daño que nos había hecho, a mi familia y a mí, y a la vez que tenía ganas de
luchar también me arrepentía de haberlo hecho. Sentir a Daniela tan cerca y no
poder estar con ella me partía el alma.
Me sorprendí de pronto con lágrimas
en los ojos. Pero no iba a echarme atrás. No iba a llorar por amor ni por nada
parecido, no me lo permitiría.
Había derribado a mi enemigo, pero
a este aún le quedaban fuerzas, por lo que se levantó tan rápido que me costó
reconocer su movimiento.
Carlos
Sabía que no iba a ser pan comido,
pero tampoco esperaba que Pablo fuera fuerte. Siempre lo vi como un blandengue.
La verdad es que me sorprendí cuando supe que él era un ángel.
Dejé mis pensamientos apartados,
pues Pablo preparaba un nuevo ataque. Esta vez estaba dando vueltas como una
peonza, tan rápido que no pude ver su cara. De pronto dejó de girar y extendió
sus alas hacía atrás con el cuerpo echado hacia delante. Puse mis brazos frente
a mi cara pero de nada me sirvió, no pude parar el ataque y de nuevo caí al
suelo derribado por el viento que él había logrado con sus movimientos.
Me levanté tan deprisa como pude y
alcé los brazos. Miré al cielo y luego me volví hacia Pablo.
Daniela
Todavía sentada en el suelo empecé
a notar que hacía frio. La temperatura había descendido al menos 5 grados desde
que había salido de casa. El viento me azotó la cara con mi propio cabello. El
cielo se había tornado negro y se movía con el viento. Entonces divisé un tornado
en el horizonte.
Me asusté, ya no por miedo a que me
pasara algo, sino a que le ocurriera algo a Pablo. Por eso, a pesar de que ya
no quedaba gente en las calles, a pesar de que el viento soplaba en mi contra y
que el tornado se dirigía hacia mí, decidí seguir caminando.
Pablo
Apareció un grupo de jóvenes
tornados tras él, pero, que a su paso, iba arrasando con todo y se hacían más y
más grandes. Vi a uno de ellos acercarse. Entonces pensé en…
-Daniela…
Me volví hacía el lugar desde donde
la había visto esquivando todos los objetos que el tornado se llevaba.
La vi avanzando por la avenida,
hacia el tornado, con los brazos cubriendo su cara.
-¿Qué haces ahí? Retírate, vuelve a
casa.- dije como si ella pudiera escucharme. Pero continuó. Entonces intenté
retirarme e ir con ella, pero Carlos me golpeó en el estómago y sentí que caía.
“Logré incorporarme y planeé. La
calle estaba vacía. La veía, cada vez estaba más cerca. Cuando la hube
alcanzado el tornado ya se encontraba sobre nosotros. Extendí mis alas y creé
con ellas una especie de barrera para protegerla. La abracé. Y sentí el calor
de su cuerpo junto al frío del mío. Ella se volvió a mí y me miró a los ojos,
sonrió y mis fríos labios encontraron a los suyos.”
Carlos
Mi golpe fue a parar a su estomago,
y conseguí derribarlo. Cayó por el borde de la azotea, cada vez más deprisa, a
la vez que sus alas desaparecían.
Con aquel ataque di por finalizada
nuestro primer encuentro.
Alcé una mano en dirección al
tornado y este se desvaneció.
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