miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 16 Pablo


-Dani, no puedo contarte mi secreto, una vez le prometí a alguien que no lo hiciera. Y sí lo hiciera…
-¿Si lo hicieras, qué?
Estaba sentado en el sofá del salón, un sofá muy cómodo, pero que en aquella situación me pareció de lo más horrible.
-Lo siento, Dani, si te lo contase tu vida correría peligro.
La miré directamente a los ojos. Ella me miraba como si fuera capaz de hipnotizarme. Entrecerró los ojos, como si estuviera creciendo en su interior un odio sobre mí.
-No me lo vas a contar, ¿verdad?
Agaché la cabeza.
-No puedo hacerlo.- entristecí. Todo se estaba poniendo difícil, para ella, para mí. Entendía que ocultando cosas no se arreglaba, pero no quería ponerla en peligro.- Dani, escúchame…- ella me interrumpió.
-No, no quiero escuchar más escusas, Pablo.- parecía disgustada.
-Eres demasiado importante para mí, no arriesgaré tu vida por la mía.
Sus ojos se empañaron, lo míos estuvieron a punto de hacerlo. Recogió sus cosas y se decidía a marcharse. La detuve cogiéndola de la mano y volviéndola hacía mí. Me miró a los ojos. Sus ojos, tan tristes, mostraban desilusión.
-Dani, sé que no es fácil, ni para ti, ni para mí, pero creo…- suspiré y tomé aire para poder decírselo.-…creo que no podemos ser amigos, yo no puedo contarte esto y tú no soportas que no te lo cuente. No quiero que me odies, solo espero que algún día entiendas…
-No entiendo nada, Pablo. Déjame.- me sacudió el brazo tratando de escapar de mi mano, pero no la dejé, la apreté con fuerza.
-No me hagas esto, Dani…- Mis ojos se humedecieron.-… Dani, por favor, no quiero perderte…
Ella volvió a sacudirse y esta vez la solté, me miró, fueron unos segundos intensos, en los que mi mirada le suplicaba a la suya que no se fuera y ella… ella lo era todo para mí. En aquel momento sentí que había llegado el final de toda una vida. Toda una vida soñando con ella, protegiéndola, luchando para que no le pasara nada. Si ella supiera la más mínima cosa de las miles que he hecho para mantenerla a salvo no estaríamos así, pero no podía, ojalá algún día pudiese, pero hoy la estaba perdiendo. Ahora estaba perdiéndola tan rápido que no me daba ni cuenta de que su mano ya no rozaba mi mano, ni de que su cuerpo ya no me quemaba porque estaba cerca, pero la sentía muy lejos. Daniela se secó las lágrimas de los ojos y dijo con decisión:
-Adios, Pablo.
La perdí.

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