Pasé el día sentado en el sofá.
Mirando por la ventana. Pensando en lo que estaría haciendo ella. Si recordaría
mi nombre.
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No quería que me olvidase. Dios
sabe que sería de mí si lo hiciera.
La eché de menos, y más y más y
estuve todo el día extrañándola. Al día siguiente la vería en el instituto,
pero no sabía que iba a pasar. Era un ángel, no adivino.
Tenía que recuperarla, tenía que
hacer que recordara mi nombre.
Carlos
Me desperté a la mañana siguiente,
cegado por la luz que entraba por mi ventana. Di unas cuantas vueltas por mi
cama y acabé boca abajo, tapándome de la luz que me cegaba, y acurruqué mi
cabeza sobre la almohada.
-Carlos.- una voz que me llamaba.
-5 minutos más…-musité. Casi ni se
me entendió.
-Carlos, vas a llegar tarde.
Abrí los ojos y me encontré con los
enormes ojos verdes de mi hermana mayor.
Me senté en la cama y me estregué
los ojos para poder ver mejor.
-Ya voy, ya voy, pesada.- le hice
un gesto para que se marchara.- Me visto y bajo a desayunar.
- Está bien, recuérdame que no
vuelva a despertarte, capullo. Así a lo mejor aprendes a agradecérmelo.- cerró
la puerta de la habitación mientras decía algo en voz baja, pero que pude
escuchar.- Niño estúpido.
Me dirigí al armario y busqué ropa
que ponerme. Unos pantalones vaqueros y una camiseta que estaba recién
planchada. Busqué unos calzoncillos limpios, unos calcetines y finalmente me
decidí por unas bambas de nike que me
calcé sin necesidad de deshacer los cordones.
Me miré en el espejo y contemplé mi
reflejo. Siempre había sido presumido. Era guapo, que se le va a hacer. Aquella
mañana me peiné el pelo hacia atrás y me puse gomina.
Bajé a desayunar.
Daniela
Aquella noche me la pasé en vela,
pensando en ángeles y demonios, en él y Carlos. Cuando conseguía dormirme eran
ya las 5 de la mañana, la misma hora en la que el ángel me visitó. Esperé un
minuto más para ver si aparecía pero poco a poco se me fue apoderando el sueño.
A la mañana siguiente me desperté a
las 7 me vestí deprisa con la misma ropa que el día anterior, me miré en el
espejo. Llevaba unas ojeras horribles. Me metí en el baño y traté de ocultarlas
con maquillaje, pero no había nadie sobre la faz de la Tierra que lo
consiguiera, lo cual me conllevó a una conclusión. Tenía que ir con esas ojeras
al instituto y él me vería. Pero me daba igual, estaba dispuesta a preguntarle,
dispuesta a replicarle una explicación. Desayuné tan rápido como pude y me fui
al instituto. Aquella mañana me llevaba mamá.
Pablo
Presentí su llegada
antes, incluso, de que se bajara del coche de su madre. Ésta me saludó con la
cabeza, mientras que Daniela cerraba la puerta y se dirigía a mí. Todo mi
cuerpo empezó a temblar. ¿Qué le digo? ¿Qué debo hacer?
Pero antes de que
pudiera responderme las preguntas, alguien se interpuso en su camino.
No sé qué le diría
pero ella cedió. Antes de desaparecer por la puerta volvió su mirada hacía mí,
pero aquella mirada no mostraba sentimientos. Ni amistad, ni amor, ni nada. Tan
vacía como mis brazos al no poder abrazarla, tan fría como el hielo.
Caminé tras ellos, con
la vista puesta en ella. Sonreía, ¿que pretendía, ponerme celoso?
La miré por última
vez, ella ni se dio cuenta de que estaba allí, como si fuera invisible. Sentí
un pinchazo en la espalda y apreté los dientes. Di media vuelta y caminé por el
pasillo lleno de gente, pero que para mí estaba más vacío que nunca.
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