miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo 14 Pablo


Sentí crujir algún hueso de mi espalda. Intenté incorporarme.
Mis alas no habían parado el impacto, habían desaparecido antes de que cayera al suelo. Apreté los dientes de dolor y me levanté. Una de mis piernas no me respondió bien. Iba a caer de nuevo, pero me apoyé en la pared. Me observé las manos y las piernas. Las tenía cubiertas de cortes, por lo que imaginé que en mi cara seguro que también tenía alguno. Me pasé la mano por la frente y fui frotándome la cara, a la altura de mi ojo derecho sentí un pinchazo al rozarme.
Levanté la vista y tanta luz me cegó.
Divisé su figura a lo lejos, acercándose. Puse una mano sobre mi frente para hacerme sombra y poder verla mejor.
-¿Dani?
Daniela
Allí estaba él. Apoyado en la pared, frunciendo el gesto por el Sol, mirándome. Parecía cansado y llevaba los brazos, las piernas y la cara cubierta de arañazos. Tenía uno que le cruzaba el ojo, alzándose desde la ceja hasta la parte inferior de su pómulo derecho. Me fijé también que, ese mismo ojo lo llevaba ensangrentado y en su mejilla reconocí una lágrima de sangre.
-¿Pablo?
Llegué a escasos metros de donde él estaba, dejó de apoyarse en la pared y se acercó a mí cojeando.
-Hola.-sonrió, pero sus ojos no expresaban felicidad. Aquellos ojos tristes todavía expresaban más pena de lo normal.
Volví a mirarle de abajo a arriba. Me detuve en sus ojos.
-¿Qué te ha pasado?
Inclinó la cabeza y se encogió de hombros.
-Ya ves, me ha atacado un gato.-volvió a sonreír, esta vez parecía que lo hacía con más ganas.
-Me estaba preocupando por ti.- lo abracé con fuerza, con ninguna intención de soltarle, hasta que el gimió de dolor.- Desapareciste. Fui a tu casa y no estabas, no te encontraba por ningún lado. ¿Dónde te habías metido?- le pegué un puñetazo en el brazo.
-Había ido a comprar la comida de Tulán.
-¿Qué clase de persona se va a comprar la comida del perro y se deja las puertas de su casa abiertas de par en par?
El rió.
-Alguien como yo, por ejemplo.- sonrió de medio lado.- Lo siento, me había despistado, olvidé que estaba la puerta de la terraza abierta y con la corriente no se acabó de cerrar la puerta. Siento haberte preocupado.
Volví a abrazarle.
-No lo hagas más.
Y de pronto noté como se dejaba caer entre mis brazos. Como si estuviera tan débil que no pudiera ni dar un paso más.

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